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El domingo asesinaron a Damián Guerrero (19) de un tiro en la cabeza. El homicidio desató una escalada de violencia: familiares y amigos de la víctima prendieron fuego el departamento del supuesto homicida y hubo enfrentamientos a tiros y piedrazos. “Acá todos los vecinos tienen miedo. Nadie quiere hablar”, contó una vecina.
A Damián Nicolás Guerrero, de 19 años, le pegaron un tiro en la cabeza. Cuando estaba en el piso, su verdugo lo ejecutó. Fue el domingo a la noche, en Mariano Acosta y Corrales, en una de las esquinas del complejo de monoblocks de Villa Soldati. El crimen desató una escalada de violencia: familiares y amigos de la víctima prendieron fuego el departamento del supuesto homicida y hubo enfrentamientos a tiros y piedrazos. Durante varios días, la gente tuvo miedo de salir a la calle, un jardín de infantes suspendió las clases y los comerciantes bajaron las persianas. A cinco días del asesinato, el barrio intenta recuperar la calma.
“Acá todos los vecinos tienen miedo. Nadie quiere hablar”, contó una vecina que regresaba a su casa después de hacer las compras. “Ayer vinieron los canales de televisión, pero yo no me voy a escrachar delante de una cámara. Después vienen y te aprietan, o amenazan a tus hijos, a tu familia”, explicó.
Una de las versiones que circula en el barrio, en voz baja, es que el conflicto se inició en la heladería en la que trabajaba Guerrero. Según esa versión, un joven se comió un helado que no quiso pagar. La discusión terminó a las piñas en la vereda. Algunas horas después, el domingo a la noche, el tío del cliente que se negó a pagar vengó a su sobrino. “Le pegó un tiro en la cabeza y cuando estaba en el piso lo remató”. Y agregó: “Él era un pibe laburante”.
En la vereda de enfrente hay un jardín de infantes. El domingo a la noche, una de las madres de los 150 niños que asisten a la institución llamó a la directora. Le contó que unas horas antes un joven había sido asesinado a 50 metros de allí, detrás del kiosco de diarios, y que en el barrio se había desatado una batalla campal. Los familiares y amigos de la víctima fueron hasta la casa del supuesto asesino y la prendieron fuego. El hombre no estaba. Su mujer, para escapar de las llamas, se tiró con un colchón por la ventana con un niño en brazos.
El supuesto homicida se entregó. Dijo que Guerrero había intentado robar en su casa y por eso le disparó. Los familiares de la víctima desmintieron la versión: dijeron que la familia del agresor "maneja" el complejo y se dedica a la "venta de drogas" y "usurpación de viviendas".
Esa noche en el patio del jardín llovieron cascotes. Más allá, en el corazón del barrio picaban las balas. Una esquirla le pegó al segundo jefe de la seccional 36, el subcomisario Daniel Orgeira. La directora del jardín de infantes tomó una decisión: suspender las clases hasta que se apague el conflicto. “No podían arriesgar la vida de los chicos”, contó una vecina.
En la misma cuadra hay otras dos instituciones escolares: el colegio N°17 y N°18. Ayer, las autoridades de las escuelas se reunieron con el jefe del operativo Cinturón Sur de Gendarmería que custodia la zona. Hoy continuaron los encuentros con autoridades del Ministerio de Educación de la Ciudad para definir los pasos a seguir. “Nosotros no suspendimos nunca las clases. Acá hay 800 alumnos que asisten al comedor escolar: se le brinda desayuno, almuerzo y merienda”, contaron en una de las instituciones.
Ahora el barrio parece haber recuperado la calma. Los comerciantes reabrieron los negocios y los vecinos caminan nuevamente por la zona. “Hoy volvieron a trabajar todos, pero durante estos días no vino nadie”, contó a Infojus Noticias uno de los vendedores ambulantes que tiene su puesto sobre calle Corrales, delante del complejo de viviendas. “Ahora está tranquilo. Durante el día no pasa nada, el problema es a la noche. A las ocho ya estamos todos adentro. A esa hora no sale nadie”, agregó.
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