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Silvia Filler fue asesinada el 6 de diciembre de 1971 por integrantes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU). Hoy algunos de los involucrados en aquella muerte son juzgados por crímenes de lesa humanidad, y Lila, después de 43 años puede ver a la cara a los responsables del asesinato de su hermana.
Desde que comenzó el juicio a los once integrantes de la CNU, acusados de conformar una asociación ilícita que cometió crímenes de lesa humanidad entre marzo de 1975 y febrero de 1976, Lila concurre a todas las audiencias en el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Mar del Plata. Se sienta entre el público y mira hacia el banquillo de los acusados. Recorre los once rostros, entre ellos están algunos de los que participaron del crimen de Silvia, su hermana asesinada a los 18 años. La primera muerte dentro de una Universidad por motivaciones políticas, el crimen paradigmático que marcó el inicio de la violencia política en Mar del Plata.
“Nunca imaginé estar sentada en un mismo espacio y conocerlos. Siempre había leído sus nombres en los expedientes o en los diarios. Nunca pensé que íbamos estar yo de un lado y ellos del otro, y ellos rodeados por agentes del Servicio Penitenciario”, reflexiona Lila en una charla con Infojus Noticias.
Lila vive en un noveno piso, en el microcentro marplatense. Desde su departamento se ve una porción de mar y eso es invalorable para la dueña de casa, pero desde la misma ventana también se ve el Rectorado de la Universidad Nacional de Mar del Plata que hace más de 40 años supo ser la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, el lugar donde fue asesinada Silva.
El 6 de diciembre de 197, un grupo de la CNU ingresó a golpes y tiros al aula magna de Arquitectura con el objetivo de romper una asamblea estudiantil. Silvia Filler, de 18 años recibió un disparo en la cabeza que terminó con su vida minutos después en una clínica del centro de la ciudad. Para la Justicia, los autores materiales del crimen fueron Héctor Corres y Juan Carlos Gómez. Estuvieron procesados y detenidos por el homicidio, pero nunca llegaron a juicio. Fueron liberados con la amnistía a los presos políticos dictada en 1973 por el gobierno de Héctor J. Cámpora.
La fatídica asamblea fue motivada por la expulsión de los alumnos Hugo Roberto Torrado y Rafael San Martín, que habían arrojado una pastilla de gamaexane en la clase de un docente de la cátedra de Construcciones que profesaba las ideas del ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, Oscar Ivanisevic, hombre vinculado a la ultraderecha peronista. Los dos estudiantes fueron denunciados por el Centro de Estudiantes de Arquitectura Unidos (CEAU), y el rector de la Universidad Provincial de Mar del Plata, Carlos Pantín decidió expulsarlos.
Algunos de los estudiantes de CEAU, entre ellos Horacio Raya, Marcelo y Beatriz Arenasa, Oscar Silvestre Calabró, Carlos Cuadrado y Carlos Zapatero comenzaron a insultar a quienes realizaban la asamblea. Cuando el enfrentamiento se recrudeció Arenasa y otros estudiantes escaparon en busca del grupo de choque que esperaba en una chalet, a media cuadra de la facultad. Al menos 16 personas ingresaron al aula magna. Entre ellos Raúl Viglizzo, Marcelo Arenaza, Carlos Eduardo Zapatero, Eduardo Salvador Ullúa, Fernando Federico Delgado, Héctor Corres y Juan Carlos Gómez y Raúl Moleón.
Viglizzo, Marcelo Arenaza y Moleón, integran el grupo que está siendo juzgado por los ocho crímenes cometidos entre marzo de 1975 y febrero de 1976. En una de las audiencias del juicio, frente al tribunal, tuvieron que decir sus nombres y sus antecedentes penales. “Vivieron 40 años tranquilamente y siguen desde ese lugar porque no tienen una cuota de arrepentimiento. Cuando nombran el caso de Silvia es como si nombraran cualquier otra cosa intrascendente en la vida de ellos. No hay ningún cambio de actitud con respecto a lo que hicieron”, se lamenta Lila.
El crimen de Silvia Filler sobrevuela cada audiencia del juicio. Es nombrado por todas las partes y pregunta obligada a cada testigo. Lila escucha el nombre de su hermana a cada rato y mira a los acusados para ver sus reacciones y nunca encuentra la esperada. Atraviesa distintas sensaciones en cada audiencia, pasa de la esperanza a la desesperanza y del enojo a la angustia. “Llegué a la conclusión de que esto no es justicia, es una reparación histórica y un momento trascendente para Mar del Plata. Es una cuestión que siempre estuvo y que nunca se resolvió desde ningún lugar con sanciones, desde ese lugar me parece valioso, pero aun con lo que resuelva el tribunal, no sé si es justicia, es reparación”.
Asesinos en la playa
Lila es la menor de tres hermanas y se llevaba cuatro años de diferencia con Silvia. El día del crimen Lila estaba en la casa de una amiga del colegio Mariano Moreno. En 1975 comenzó la carrera de profesorado de Inglés y cursaba en el mismo lugar en el cual habían matado a su hermana. Además, la CNU ostentaba un poder mucho mayor y manejaba la Universidad a través del rector Josué Catuogno, y de Eduardo Cincotta y Gustavo Demarchi, secretario general y coordinador docente, respectivamente. Ambos integrantes de la CNU.
Hoy Demarchi está acusado de liderar la asociación ilícita que asesinó a al menos ocho personas entre marzo de 1975 y febrero de 1976. Desde aquel entonces y hasta 2012, cuando fue detenido y procesado, nunca tuvo que rendir cuentas a la justicia. Se convirtió en un abogado reconocido, fue candidato a intendente en las elecciones de 1983, cosechó una gran influencia en el Poder Judicial marplatense y siempre supo lo que se hablaba de él.
Lila siempre se sintió vigilada. Primero en la Universidad, bajo el imperio del terror de los pistoleros de la CNU que realizaban razias entre los estudiantes, y luego por la figura de Demarchi que parecía controlarlo todo a fuerza de amenazas con demandas penales si se lo involucraba en los crímenes de la CNU. “A Demarchi me lo cruzaba todo el tiempo. Nos cruzábamos en la playa porque íbamos a la misma playa y lo veía caminar por la costa. Compartíamos los mismos espacios y se manejó con total impunidad siempre. Y lo más tremendo era su sombra siempre escuchando lo que uno decía sobre él. Ahora celebro no verlo todos los días sentado en el mismo café”.
Lila no sabe si habrá una condena. Se angustia ante la posibilidad de que todo vuelva a ser como antes y que la impunidad gane la partida. Pero al mismo tiempo agradece este momento, este juicio. Celebra la posibilidad del proceso, de verlos detenidos y enjuiciados, a pesar de la falta de arrepentimiento y de la arrogancia que ostentan. “Por momentos me dan ganas de pararme y decirles quien soy y decirles que no es al pasar que nombran el caso Filler, sino que ellos fueron los que hicieron el caso Filler… alguna vez tendré coraje y se los diré”.
FD/AF
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