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Lo dijo Eugenio Reati, que tenía 17 años en 1976, cuando lo secuestaron. Era militante de la UES. Lo llevaron al centro clandestino que funcionó en el D2. De allí recuerda el odio de los represores. También hubo audiencia por la causa de la Unidad San Martín.
En la audiencia número 55 de la megacausa por el centro clandestino La Perla, en Córdoba, declararon hoy tres testigos. El proceso, que empezó el 4 de diciembre del año pasado en el Tribunal Oral Federal N° 1, juzga los casos de 417 víctimas, de las cuales 162 sobrevivieron. Muchos de ellos dieron testimonio. Ya son 86 los testigos que declararon y hay 42 imputados. Hoy también se hará la cuarta audiencia de una causa que se desprendió de La Perla, y que investiga el fusilamiento de seis detenidos en la Unidad Penitenciaria San Martín.
El 2 de septiembre de 1976 Eugenio Reati tenía 17 años, estaba cursando quinto año en el Colegio Montserrat y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Una patota entró a su casa: “Me quedé esperando a que vinieran a buscarme, agarré una cajita de fósforos con 20 pastillas Valium que tenía preparado para un momento así, quería matarme para que no me agarraran vivo”, declaró hoy en el juicio. Ese día se llevaron a toda su familia. "Es difícil olvidar su crueldad”, dijo.
En el Departamento de Informaciones Policiales (D2), Reati fue torturado salvajemente, particularmente por uno de los policías. "La única forma de conocer a alguien no es la vista, se reconoce de otros modos, no sé si me explico, por la voz, por sus modos, sus formas. Lo llamaban Gato Gómez y es uno de los imputados de esta causa". Desde su asiento, el ex suboficial Miguel Gómez lo escuchaba sin desconcentrarse. Por momentos se ponía sus anteojos y hacía anotaciones.
Reati mostró al tribunal dos fotos que le tomaron durante su detención. Eran parte del “Registro de extremistas”. Contó que ayer fue al Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba y ahí se encontró con las fotos. "Me veo como un niño y me doy cuenta del odio y la crueldad que tienen que haber tenido para haber hecho esto con un niño y con tantos otros".
En la UES, Reati conoció a Diego Hunziker. “Él fue quien me dio mi primer libro de formación en la UES Qué es el socialismo nacional, de Norberto Galasso. Leíamos en voz alta, lo comentábamos. Discutíamos de política, tomábamos mate, nos juntábamos al lado del río en la zona de Villa Warcalde. Lo conocí como un compañero maravilloso, un tipo de apenas 18 años pero brillante, entero, con humor y al mismo tiempo responsable”. Contó que cuando secuestraron a Claudia, hermana de Diego, su compañero se cruzó de vereda. “Lloraba y me contó que se la habían llevado”, explicó Reati. “Me dijo que iba a ausentarse de su casa, iba a faltar al colegio unos días. Me pidió ropa y yo le llevé algunas cosas mías".
Hunziker fue secuestrado el 13 de septiembre de 1977. Lo trasladaron de la llamada Casa Hidráulica a La Perla. El actual secretario de Derechos Humanos Martín Fresneda, fue abogado en el juicio que investigó su desaparición y explicó que salió del centro clandestino a través del “operativo ventilador”. Así nombraban los militares al procedimiento de “matar a la gente dentro de La Perla, y simulando un enfrentamiento lo dejaban tirado en algún lugar para justificar con la propaganda que habían abatido a la subversión”, había explicado Fresneda.
La declaración de Nora Maorenzic empezó con el relato de la masacre de Capilla del Rosario, en Catamarca. Ahí fue fusilado su cuñado y comenzó la persecución a la familia. El 21 de marzo de 1975 fue secuestrada su hermana, Graciela Maorenzic. Le decían La Gringa, tenía 27 años y era mamá de un bebé de 7 meses. Se la llevaron en plena calle, de día. La familia supo que el auto que la trasladó era manejado por Merlo, un policía del D2. La buscaron durante meses hasta que un comunicado del Comando Libertadores de América se atribuyó su fusilamiento. Nora contó hoy que "posteriormente leímos en el libro del testimonio de Charly Moore, que la fusilaron en la D2 y la dejaron varias horas tirada en el patio, bañada en sangre",
Sus hermanos también fueron secuestrados. Su papá quedó muy afectado por la desaparición de Graciela. Cuando falleció pidió que tiraran sus cenizas al lago San Roque, donde creían que habían arrojado el cuerpo de su hija. "Yo fui la única que no fui secuestrada”, dijo Nora. Contó que se hizo cargo del hijo de su hermana. “Desde ese momento fui como su madre. Hoy Andrés va a cumplir 39 años, es una persona íntegra, tiene buenos principios, agradece haber sido criado en una familia. Tomé un consejo que me dieron mis suegros: no demostrarle a los niños el dolor con el que vivíamos, para poder mantener una vida normal".
Después del cuarto intermedio de media hora que resolvió el Tribunal, declaró e tercer testigo de la audiencia, Carlos José Massera, ex secretario general del gremio Sitrac. En su testimonio dijo que los militares suponían que pertenecía a una organización armada. “Conocía a algunas organizaciones, que se acercaban a conversar al gremio, pero no distinguía cuál era cuál".
El 1 de agosto de 1978 fue llevado a La Perla y después al D2. Ahí se encontró con el jefe de Policía, Carlos elTucan Yanicelli, que al verlo por allí lo llamó y le dijo: "Lavé mi chaqueta con detergente, tengo miedo de que me quede manchada". Massera lo ayudo a estrujar y escurrir la chaqueta. Finalmente fue trasladado como preso al penal de La Plata.
Los fusilados de la Unidad Penitenciaria San Martín
Hoy se realizaba también la cuarta audiencia por la causa que se desprendió del juicio por La Perla. El Tribunal Oral Federal N° 2 de Córdoba investiga el fusilamiento de seis presos de la Unidad Penitenciaria San Martín (UP1). En la primera audiencia de ese proceso el abogado de la querella, Claudio Oroz, planteó un pedido de nulidad por no haber sido notificados del inicio del juicio. El Tribunal lo rechazó. La vocera de H.I.J.O.S. Córdoba, Julia Parodi, dijo a Infojus Noticias que hoy declarará Miguel Baronetto, sobreviviente del D2 que luego se desempeñó como secretario de Derechos Humanos en la Municipalidad de Córdoba. Baronetto ya fue testigo en la megacausa La Perla y ahí relató el asesinato de su esposa y de otros presos políticos.
Cuando fue secuestrado, Baronetto estudiaba para sacerdote. Antes de ser trasladados con su mujer al D2, los genocidas permitieron que su hija de 10 meses quedara en la casa de una vecina. El matrimonio fue llevado a la UP1. Ahí también fueron torturados. Por una radio que escuchaban a escondidas, se enteró de que otros presos políticos del UP1 empezaron a aparecer muertos en la calle. Los informes oficiales hablaban de un intento de fuga. En ese simulacro de fuga seis presos fueron amordazados, atados y encapuchados. Fueron acribillados en un descampado de la ciudad de Córdoba. La mujer de Baronetto estaba en ese grupo.
En el juicio hay un único imputado: el ex cabo del Comando Radioeléctrico de la Policía de la provincia, Juan Domingo Ayala. Hoy Baronetto volverá a prestar testimonio en ese juicio donde Ayala es presunto “coautor responsable de seis hechos de homicidio agravado, doblemente calificado por alevosía y pluralidad de partícipes”.
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