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Le dijo un militar a Pedro Sandoval, militante de la Juventud Peronista. Fue durante el allanamiento a la casa familiar. Así lo relató el testigo durante la nueva audiencia del juicio por “Casa Departamental”, el centro clandestino que funcionó dentro del edificio de Tribunales de San Rafael, en el sur de Mendoza. Hay 26 imputados por los crímenes cometidos contra 72 personas.
"Cuando lo agarre a tu hermano, a ese hijo de puta lo voy a matar", le susurró al oído el mayor Suárez a Pedro Luis Sandoval, militante de la Juventud Peronista. Fue mientras comandaba el operativo que allanó la casa familiar donde vivía con sus padres y varios hermanos. Los militares buscaban a su hermano Pascual, que fue secuestrado poco después, cuando tenía 23 años. Sandoval, que se quebró varias veces, fue el primer testigo de la audiencia de hoy en el juicio que se lleva adelante en las instalaciones de la Universidad Tecnológica Nacional de San Rafael, Mendoza. Allí se juzga a 26 imputados en la megacausa sobre el centro clandestino que funcionó en la sede de los Tribunales sanrafaelinos, que se conoció como “Casa Departamental”.
El allanamiento fue una noche después del golpe de Estado. Unos hombres entraron por la fuerza y levantaron a los padres de los hermanos Sandoval. “Estaban todos vestidos de militares, había un señor con una máquina de escribir. Nos apuntaban con armas y nos decían que no levantáramos la vista. Éramos cuatro hermanos que vivíamos en la casa. Ellos preguntaron por mi hermano Pascual. Se llevaron a mi hermano Rafael, mi hermano más chico, para que les marcara la casa de Pascual. No encontraron nada, me hacían preguntas nos preguntaron si teníamos armas", recordó Pedro, que había participado de la formación de uniones vecinales para abastecer de agua potable a las zonas alejadas de la ciudad de San Rafael.
El testigo, que habló sin dejar de mirar a la jueza Fátima Ruiz, se quebró varias veces. Luego dijo que reconoció al mayor Suárez, ya fallecido. A los dos días, un tío les comunicó que habían detenido a su hermano Pascual, en Colonia Helena, una finca a las afueras de San Rafael. Allí Pascual trabajaba en la cosecha. Lo ataron con alambres de fardo y lo subieron a una camioneta en la hora de la siesta.
"Estaba prohibido hablar de lo que había pasado. Mi papá lo hablaba mucho. Sé que él con mi mamá se movieron por todos lados, y pudieron identificar que estaba en ‘La Departamental’. Le llevaban comida. Fueron tres, cuatro días. Dijeron que le habían dado la libertad, pero nunca llegó a casa. Le trucharon la firma. Cuando lo dejaron salir, lo desaparecieron completamente", dijo mientras el Tribunal exhibió la orden de liberación que figura en el libro de guardias de “La Departamental".
Antes de desaparecer, Pascual le dijo a su hermano que habían detenido a otro compañero de militancia, Aldo Fagetti. "Pascual me dijo que teníamos que irnos a Chile. Siento mucha culpa por la desaparición de mi hermano, le quedaron tres niños huérfanos. Mi padre sufrió mucho: con mi madre presentaron hábeas corpus y nunca recibieron respuesta. Nosotros nunca pusimos bombas como dijeron los represores, eso lo hicieron los policías para hacernos pasar como terroristas", agregó.
"Me encerré en un pasado tan feo, que no me animé nunca decirle a mi hija lo que pasó. Siempre esquivé el tema. Un primo de Pedro también desapareció. Él estaba en la finca donde se llevaron a mi hermano. Una noche salió con la moto y no volvió más", concluyó Sandoval.
Luego fue el turno de Héctor Ortíz Bellene, ex secretario general de la Juventud Peronista. Fue detenido en dos oportunidades. El 23 de marzo de 1976, cuando salía de una reunión del Centro de Docentes del Partido Peronista, lo estaban esperando cuatro policías. Lo llevaron a la comisaría Octava, interrogándolo por el motivo de la reunión. Pocos días después, tras el golpe miltiar, volvieron a detenerlo.
"A partir de ahora, cuidate", le dijo un policía vecino. Cuando lo liberaron, un Ford Falcón blanco lo seguía a sol y sombra. "Es difícil estar acá, a mí me destruyeron la vida", confesó. El 17 de septiembre de 1976 tres personas se bajaron del Falcon blanco. Portaban armas largas y lo llevaron a la bodega Garbín. Allí estaban el mayor Suárez y el teniente Guevara. A los dos días, lo trasladaron hasta la Compañía de Comunicaciones, y después a un centro clandestino en La Pampa. Ortíz Bellene permaneció detenido allí hasta 1978.
Los civiles
A Ortíz Bellene lo cesantearon de su puesto en el Ministerio de Cultura y Educación un día antes de su segunda detención y recién en 1985 pudo recuperar su cargo. Era parte de los despidos que había ordenado el coronel Echazú, quien había dado de baja a más de treinta docentes por "subversión ideológica".
Ortíz Bellene dijo que los agentes de inteligencia, en San Rafael, no sólo eran militares: había civiles, como escribanos, administrativos, comerciantes y personas que hacían deportes con él o compartían hobbies como el de ser radioaficionados. "Sin el aporte de las instituciones como el Rotary Club, y otros clubes más, los represores no podían haber tenido la precisa información de cómo conformar las listas de las personas que iban a detener. San Rafael es un pueblo donde todos nos conocemos. Había espías por cualquier rincón", dijo.
El mismo Echazú le dijo al padre de Ortíz Bellene que su hijo sobrevivió por un hecho fortuito. Por su segundo apellido, Bellene, ligado a un militar de la zona. El coronel Echazú dijo que lo protegieron y no sufrió torturas físicas. "De todas maneras, la tortura psicológica era cosa de todos los días. Me decían frecuentemente que me tocaba a mí, que me preparara. Además, nos daban de comer una sola vez al día y en la misma frecuencia nos dejaban ir al baño. Hoy sigo teniendo ataques de pánico porque a veces nos encerraban y quitaban el aire", testimonió.
JMM/PW
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