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16-7-2014|18:43|Lesa Humanidad Nacionales
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En el TOF 5

“No me parece justo tener como primer recuerdo a mis padres muertos”

Asi, Leticia Eva Locio cerró su declaración testimonial en el juicio de la ESMA por la desaparición de Norma Batsche Valdés, su mamá y el asesinato de Carlos Bayón, su padre, en diciembre de 1976. La cuidaron los Locio, una familia amiga de la mamá, en un pueblo de La Pampa. El caso de una niña, que en menos de 10 días, estuvo secuestrada dos veces en la ESMA.

  • Leticia Locio con Teobaldo Altamiranda, compañero de militancia de su mamá. Patrick Haar
Por: Natalia Biazzini

Leticia Eva Locio viajó desde Necochea para declarar hoy en el juicio de la ESMA por la desaparición de su mamá, Norma Batsche Valdés, y el asesinato de su papá, Carlos Bayón. A Leticia los militares la secuestraron dos veces cuando era una niña de casi tres años, en diciembre de 1976. En ambas oportunidades fue devuelta a la familia biológica primero y después a un matrimonio amigo de su mamá. El viernes pasado recibió la citación del Tribunal Oral Federal 5 para declarar en el juicio que juzga  a 65 imputados por delitos de lesa humanidad. Para este momento se preparó los últimos seis años y pensó que no iba a suceder.

Carlos y Norma eran militantes peronistas y se separaron cuando Leticia tenía un año, en 1975. Norma estudió Medicina en la Universidad de La Plata y trabajaba en el área de comunicación de la agencia clandestina de noticias ANCLA, que dirigía Rodolfo Walsh. En diciembre de 1976, Norma tenía 28 años y Carlos 25. Volvió a formar pareja con Flora Bagú. Los dos también trabajaban para ANCLA.

La mañana del 15 de diciembre de 1976, Norma y su hija Leticia salieron de su casa de Don Bosco y llegaron a la casa donde vivía Marta Delía García, la “Tía Pata”, en Avellaneda.  Ahí las tres fueron secuestradas y trasladadas a la ESMA.

A las tres de la mañana del día siguiente un operativo militar irrumpió en la casa de la hermana de Norma, Carmen Batsche Valdés. La tía de Leticia estaba sensible  por la desaparición de su hermana y porque tenía una beba de un mes. Los militares le revolvieron la casa buscando papeles y rompiendo cosas. También le hicieron un simulacro de fusilamiento. Después le dijeron: “Tome, acá tiene a su sobrina”. Y le entregaron a Leticia.

“Después del secuestro de mi mamá, Flora me contó que mi papá se aferró a mí, me llevaba a todos lados”, les contó Leticia a los jueces. El 23 de diciembre de ese año, un Grupo de Tareas de la ESMA interceptó en la calle a Carlos con su hijita. A él lo mataron en ese momento. Según testigos, en la ESMA, los militares se dieron cuenta que esa nenita de dos años y nueve meses, rubia y con rulos, ya había estado en la ESMA. Horas después los marinos le entregaron la nena a la familia Locio, amigos de Norma.

Cuando desapareció Norma, su hermana Carmen y la madre de ambas, Maximina, presentaron habeas corpus y buscaron información de su paradero. Las tres eran guatamaltecas. En 1954, Maximina huyó de su país con sus hijas a la Argentina. En 1982, la madre de Norma volvió a su país y fue secuestrada y desaparecida. Su caso forma parte del juicio contra el dictador José Efraín Ríos Montt, proceso judicial que empezó en 2013 en Guatemala.

“Los Locio me cuidaron y contuvieron. Nos tuvimos que ir a vivir a un pueblito de La Pampa. Los primeros tiempos yo vivía angustiada, tenía pesadillas. A los ocho años me anoté con su apellido y no lo cambié más”, dijo Leticia a Infojus Noticias. Durante toda su vida la mujer  reconstruyó su historia y la de su familia, que no se limita a los lazos de sangre, sino a todos los que formaron parte de su vida.

Compañeros de militancia de Norma y Carlos

Después de 40 minutos de declaración, Leticia salió de la sala de audiencia acompañada por su marido Hernán. Se abrazó con su prima, la hija de la tía Carmen, que tenía un mes cuando los militares le destrozaron la casa. También saludó a Martina, la hija de Flora Bagú, que la fue a acompañar. Durante treinta años, Martina buscó a Leticia. Quería reencontrarse con esa niña con la que jugaba con “botones”, imitando el trabajo de su mamá en Ancla. “Tenía otro apellido, por eso no la encontraba”, le contó a Infojus Noticias Martina.

También la esperaban dos hombres, compañeros de militancia de sus papás: uno era Carlos Loza, de 60 años, que estuvo secuestrado los mismos días que Norma en la ESMA. El otro era Teobaldo Altamiranda, de 83 años, que la apretujó apenas pronunció su nombre. Con los ojos cerrados y llenos de emoción le contó que  había sido compañero de su mamá y que cuando Leticia era bebé él la tuvo muchas veces en brazos. Después, en la confitería del noveno piso de Comodoro Py, le susurró algo que solo Leticia escuchó y asintió. Teobaldo fue parte de la Resistencia Peronista y uno de los pilotos del avión que trajo a Juan Perón en su regreso al país, en 1973. Además, es un Abuelo de la Plaza de Mayo: su hijo Rubén Omar, militante peronista, fue secuestrado el 13 de enero de 1977, a los 24 años y está desaparecido.

Estos últimos días, Leticia los repasó mentalmente para contarle su historia a los jueces. También seleccionó fotos de sus familia. En la audiencia mostró una en la que ella está en brazos de su papá y en otra en una plaza con su mamá. A Infojus Noticias le contó que también estuvo ocupada organizando el cumpleaños de su hija de cuatro años.

Al final de la audiencia, el juez Daniel Obligado le ofreció a la testigo decir unas últimas palabras. “No me parece justo tener como primer recuerdo el de mis padres muertos. Es espantoso. Me parece muy importante esta posibilidad de declarar y contar lo que me pasó”, dijo con un hilo de voz.

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