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Patricia Salvatierra tiene hoy 50 años. Es la primera vez que declara en un juicio de lesa humanidad. La secuestraron en mayo de 1976 junto a otros integrantes de su familia. La fiscalía confirmó que es la persona más joven, de la que se tenga registro, que pasó por ese centro clandestino de detención.
"No sabía si iba a salir viva o muerta de ese lugar", declaró hoy Patricia Salvatierra en la causa ESMA unificada, el megajuicio que comenzó en noviembre de 2012 y tiene imputados a 68 represores. La de Patricia podría haber sido una declaración más de las decenas de sobrevivientes de ese centro clandestino que ya desfilaron por Comodoro Py contando sus historias. No fue una más. Patricia es la primera vez que testimonió en un juicio de lesa humanidad. Y dejó a toda la sala en silencio cuando confirmó que sólo tenía 13 años cuando fue secuestrada y torturada en la ESMA, en mayo de 1976. “Es la persona más joven de la que tengamos conocimiento que fue torturada allí”, confirmó a InfoJus la fiscal Mercedes Soiza Reilly. “Quizás haya otros casos y no lo sabemos”, agregó.
Junto a Patricia, que hoy tiene 50 años, declaró su hermana Graciela y Abel More. Ninguno había estado antes en un juicio. Declararon por la desaparición de Rubén Almirón y su hermanastro Leonardo Román, militantes del Partido Peronista Auténtico. Las hermanas declararon que Mónica Salvatierra, su otra hermana, y esposa de Rubén, también estuvo detenida desaparecida. A raíz de su secuestro y la desaparición de su marido, quedó con secuelas psiquiátricas. Por eso hoy no puede declarar en el juicio.
Los casos de Patricia y Mónica Salvatierra no aparecían en las listas de sobrevivientes. Se conocieron porque en una audiencia anterior, Fernando Almirón declaró por la desaparición de su padre Rubén y mencionó los secuestros de sus tías. Desde la fiscalía pidieron incorporar los tres testigos y el Tribunal Oral Federal N°5 aceptó.
No había pasado más de un mes y medio del golpe del 24 de marzo de 1976. Hombres vestidos de verde fajina tiraron la puerta abajo de la casa de Patricia, en el Barrio San Jorge de Don Torcuato, que en ese momento era una villa. "Eran muchos, estaban armados. Empezaron a golpearnos a todos. A mi mamá, que estaba embarazada de ocho meses, a mis hermanas y a mí". Buscaban a su cuñado, Rubén Almirón.
Patricia se quebró frente al tribunal. Se le caían lágrimas y la voz se le entrecortó. Estaba nerviosa, tomó agua y siguió: "Me sentaron en un banco y de los golpes que me daban me caía al piso. Me levantaban de los pelos para volver a golpearme". La mujer contó que la llevaron en un Ford Falcon a la casa de su hermana Graciela, en el barrio Ejército de los Andes, conocido hoy como Fuerte Apache.
A su turno, Graciela relató que el día del operativo estaban en su casa su esposo Víctor Aguirre y sus dos hijas, de dos años y medio y un año. También vivían ahí su hermana Mónica con su marido Rubén Almirón y el bebé de ambos, Fernando, de dos meses y medio. "Tocaron el timbre y mi marido preguntó quién era. Del otro lado estaba mi hermana Patricia, que pidió que le abra porque nuestra mamá estaba enferma. Víctor no llegó a dar vuelta la llave en la cerradura que rompieron la puerta a patadas".
Las hermanas coincidieron en que los militares les pegaron a todos menos a Graciela, que en ese entonces tenía 19 años, y a los chicos, que se habían quedado en un dormitorio. Con voz temblorosa contó que se escuchaban gritos. "Cuando entraron al cuarto, uno de ellos destapó a las nenas que dormían", relató Graciela, entre lágrimas.
-Qué hermosas muñequitas que tenés. Vamos a llevarlas.- dijo uno de ellos.
-No, dejáselas.- respondió otro.
-Y este bebé tan lindo también nos lo podemos llevar.- insistió el primero.
Al bebé lo dejaron pero se llevaron a Patricia, Víctor, Mónica y su marido Rubén. “Nos encapucharon y nos subieron a un auto. Empezaron a gritarse entre ellos”, dijo Graciela. Patricia declaró que los secuestradores dijeron que Rubén se había escapado y que le habían dado un tiro en la rodilla. “Yo escuché el tiro”, dijo Patricia en la audiencia. Pero no pudo precisar qué pasó con Rubén. Nunca más escuchó ni averiguó qué fue de él.
“Siempre supe que era la ESMA”, afirmó Patricia. Fue una de las pocas cosas que pudo decir con certeza. Habló de lo que todos los sobrevivientes mencionan: cadenas en el piso que había que levantar para ingresar al edificio, ruidos de aviones y de trenes. No supo detallar con precisión los distintos lugares en los que estuvo. “Me tiraron al piso, me sacaron la ropa y me picanearon”. Patricia volvió a quebrarse. No se animó a profundizar hasta qué punto consistió la tortura ni los abusos que sufrió. “Me golpearon y me preguntaban por María y Mario, personas que yo no conocía”. Contó que estuvo sentada en el piso apoyada sobre una columna, que escuchó gritos y quejidos. Y dijo que el baño se limitaba a una lata y que comía sándwich y polenta en un plato de aluminio color gris que decía Armada Argentina.
“Por ahí escuché conversaciones entre guardias, pero ya lo olvidé”, agregó Patricia. Dijo que las torturas continuaron. Le sacaron una foto y le tomaron huellas digitales. Días después –no pudo precisar cuántos- la soltaron a ella y a su cuñado Víctor en San Martín y Panamericana, en la localidad de Florida. Fue de madrugada. “Nos dijeron que contemos hasta cien o mil, no recuerdo bien, y que después empecemos a caminar”.
Graciela dijo que por las detenciones ilegales de sus hermanas Mónica y Patricia la familia no hizo ninguna denuncia ni averiguó en ningún lugar. Agregó que los papás de Almirón sí hicieron un habeas corpus. Ni Patricia ni Graciela pudieron precisar hora ni fecha del operativo, solo que fue de madrugada. Cuando los fiscales y la querella le preguntaron a Patricia la cantidad de días que estuvo secuestrada, respondió: “Los vecinos dicen que varios días, una semana. No me acuerdo, yo era chica, 13 años tenía”, trató de disculparse.
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