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En teoría, el encierro en “buzones”, cómo se llama a las celdas de aislamiento, se aplica a detenidos en tránsito o en etapa de admisión. En la práctica se usa como un castigo que consiste en estar encerrado 23 horas al día en una celda diminuta y sin ninguna comodidad. La privación de la libertad en estas condiciones, dice el juez Mario Juliano, trae aparejados severos trastornos físicos y psíquicos, que el magistrado analiza en esta columna.
El encierro de personas privadas de la libertad en condiciones de aislamiento es una práctica extendida del sistema penitenciario argentino y la región. Normalmente se apela a su empleo con la excusa de la protección de sus destinatarios y del resto de la comunidad carcelaria, pero la realidad dista bastante de confirmar esa premisa.
El aislamiento en “buzones” (término con que se denomina a este tipo de encarcelamiento riguroso en la jerga tumbera) obedece, por lo general, a detenidos que están en tránsito, con destino a otras unidades o para comparecer ante los estrados judiciales, o cuando el preso se encuentra en etapa de admisión, a la espera que se le asigne un pabellón. Pero, en la mayoría de los casos, responde al castigo que disponen las autoridades por haber cometido alguna falta a los reglamentos.
Una de las imágenes más fuertes que experimentamos quienes visitamos cárceles es el ingreso a los pabellones de aislamiento. Inmediatamente que se produce el acceso al pasillo donde se emplazan las celdas, las personas que se encuentran alojadas en su interior comienzan a gritar solicitando ser escuchadas, que se atiendan sus reclamos, que normalmente están relacionados con sus condiciones de alojamiento o por encontrarse poco menos que olvidados por aquellos que dispusieron su privación de la libertad.
El aislamiento consiste en permanecer encerrado 23 horas al día en una celda de escasas dimensiones, en cuyo interior hay un camastro de hormigón, una mesita del mismo material y un sanitario para hacer las necesidades. El calabozo tiene una puerta doble: una de rejas y otra metálica, que solamente tiene una mirilla que permite observar desde el exterior y pasar la comida. El interno carece de todo contacto con el mundo exterior. El común denominador es, mucho frío en invierno, mucho calor en verano.
La privación de la libertad en estas condiciones trae aparejados severos trastornos físicos y psíquicos en las personas que se encuentran sometidas al aislamiento: depresiones agudas, insomnio, disminución del apetito, inclinaciones suicidas, delirio y alucinaciones. A la par, estos contextos suelen ser los sitios donde se producen las mayores situaciones de violencia institucional y violación a los derechos humanos.
Salvando las distancias (se trata de un establecimiento norteamericano, donde las condiciones edilicias son muy diferentes a las que observamos en nuestras prisiones), es interesante apreciar cómo transcurre el día de una persona sometida a condiciones de aislamiento.
La Defensa Pública de Lomas de Zamora se hizo cargo de las irregulares detenciones en aislamiento, deduciendo un habeas corpus colectivo y correctivo, tendiente a lograr la clausura de tres pabellones de la Unidad Penal 40 del Servicio Penitenciario Bonaerense destinados al aislamiento (por las graves falencias en las condiciones de alojamiento), pero también para que se disponga que el encarcelamiento bajo estas condiciones sólo puede ser excepcional. La Asociación Pensamiento Penal se presentó como “amigo del tribunal” en el juzgado donde tramita la causa, avalando el pedido de los defensores, aportando algunos puntos de vista que consideramos relevantes y que pueden ser consultados aquí.
Tal como se expresa en el amicus de APP, el encierro indiscriminado bajo condiciones de aislamiento califica en la categoría de “trato cruel, inhumano y degradante”. Mucho más cuando debe ser experimentado por individuos presumidos inocentes, sobre quienes no pesa sentencia condenatoria, lo que supone un doble agravio a la dignidad humana (recibir el mismo trato que un condenado y bajo las rigurosas condiciones del aislamiento).
El aislamiento es una de las expresiones más agudas y perversas de un sistema carcelario colapsado, obsoleto y costoso, que se encuentra muy lejos de justificarse y rendir frutos apreciables, tanto para la comunidad como para los internos que se alojan tras sus muros.
El Estado y la sociedad tienen pendiente un debate profundo, serio y responsable, sobre el futuro de la cárcel. No es posible que en pleno siglo XXI continuemos depositando seres humanos en las prisiones como quien oculta la basura debajo de una alfombra.
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