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3-6-2015|12:05|#NIUNAMENOS Opinión
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“Ni una menos es un grito, un alarido, un basta fuerte”

Los femicidios -escribe Mariana Moyano- no son casos ni noticias policiales, son un un problema mayúsculo, "parte de todos nosotros". La violencia mediática contra las mujeres, tampoco es un hecho aislado. De la miradas tabicadas a la conciencia de género.

  • Leo Vaca
 

Le había salido de las tripas. Luego se disculpó y, al igual que sucedió en estas horas con otro que se había ido a la banquina con la trompada a un periodista por una nota ofensiva, pareciera que ciertos pedidos de perdón no sólo eximen, sino que borran el hecho. Lo cierto es que había volcado con la afirmación. El ex gobernador de la provincia de Misiones por la UCR Ricardo Barrios Arrechea había sostenido que su candidato a la gobernación Gustavo González “tiene toda la posición para triunfar; tiene pinta y el voto bombacha está asegurado”. Eso y decir que las mujeres somos un ejército de boludas termocefálicas que metemos en las urnas el nombre de un tipo sólo porque nos parece guapo es bastante parecido.

Quienes no sólo no se disculparon sino que cuando escuchan a alguien hablar de violencia simbólica miran como si vieran llover, son los de revista Noticias. A Cristina Fernández la habían usado ya como protagonista de la tapa para decir de ella que: está como ausente, que lleva adelante un extraño luto, que es un enigma, que hay un negocio en pegarle –y de paso, mediante photoshop, hacerle un desagradable ojo en compota-, que hay un diagnóstico secreto sobre ella, que irrita, que pasa por tapas eufóricas, que está deprimida, que está bajo tratamiento psiquiátrico, que está medicada y que está bajo un estado de shock. O sea, que está loca.

No se privaron de mostrarla en un dibujo como una chica Divito masturbándose bajo el título (ofensivo para decir lo menos) “El goce del poder”, efecto con lo cual, además de violar la intimidad femenina y presidencial, ridiculizan la autosatisfacción de las mujeres.

El viernes hicieron una más: salieron a la calle con otro montaje fotográfico a través del cual se la ve arrugadísima, muy vieja y canosa y el título/espectro asustador es “¿Y si no se va? Fantasma nacional: CFK en el poder hasta 2027”. Paradojas de la impunidad editorial, porque en un título apartado hacen una (correcta) condena de los dichos de Alberto Samid acerca de que “las mujeres despiertan en los hombres algo que irrita”. Línea editorial esquizoide o cinismo llevado al límite.

En la Argentina tenemos varias, pero sobre todo una ley. La normativa habla de mujeres y de integralidad. Es la 26.485, la “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Fue sancionada en marzo de 2009 y promulgada el 1 de abril de ese mismo año y mediante el decreto 1011 de 2010, reglamentada. En su artículo 5, explicita los tipos de violencia contra las mujeres: doméstica, física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica, institucional, laboral, obstétrica y mediática. Explica cada tipo con detalles y ejemplos.

Por esa ley, tres diputadas nacionales le pidieron, a través de una medida judicial, al diario Clarín que se retractara por un título violento y ofensivo: “La fábrica de hijos. Conciben en serie y obtienen una mejor pensión del Estado”. Eso, aunque se hagan bien los sonsos también es violencia. La Corte, para variar, le salvó al grupo el estofado.
El sábado nos enteramos de que una mujer fue asesinada a mazazos en la frente por su ex pareja, delante de su hijo de 12 años. Fue en Florencio Varela. Veníamos de conocer que el asesinato de la joven Nicole Sessarego Bórquez llega a juicio oral con un acusado, Lucas Azcone, y con la calificación de “homicidio agravado por odio de género”. Estábamos aún conmovidos por lo ocurrido con Katherine Moscoso, de 18 años en Monte Hermoso, donde como si no alcanzara con el horror de la muerte de la joven hubo además un linchamiento.

Ni casos ni policiales

Estos temas suelen ser considerados “noticias policiales”. Pero habría que hacer un esfuerzo y sería buen momento para que no lo hagan sólo algunos. Dar cuenta de que estos crímenes no son ni “casos”, es decir situaciones aisladas, ni “policiales”. Es parte de todos nosotros. No verlo así es colaborar, por omisión, con que sigamos con la perspectiva tabicada y con el cerebro loteado.

Chiara, Daiana ahora; Melina el año pasado y Ángeles en 2013 son algunos de los nombres de esas mujeres, nuestras mujeres, que forman parte de una lamentable y mucho más extensa lista en la cual se encuentra el nombre de Giselle Páez, a quien su marido mató de 10 puñaladas delante de su hijo de 4 y cuyo crimen quedó caratulado como “homicidio agravado por femicidio”, una noción que -así como el “lesa humanidad” permitió que pusiéramos a todos los genocidas en un mismo rincón-, ayuda a que los asesinatos de mujeres por su condición de tales dejen de ser “casos” separados.

La antropóloga argentina residente en Brasil Rita Segato es una de las mentes más lúcidas a la hora de pensar la violencia contra las mujeres. Hace unos días, dijo a Página 12: “Se trata de una ‘pedagogía de la crueldad’ imposible de disociar de la violencia mediática contra las mujeres. Es la fase actual de la explotación, que involucra un retorno al trabajo servil (que) demanda una insensibilidad particular y la disminución de la empatía entre personas (para) acostumbrarnos al espectáculo de la crueldad”.

No es privado: el crimen contra una mujer no es del ámbito de psiquis de individuos sino un problema mayúsculo que sólo abordado desde allí tendrá resultados positivos. Y por las mismas razones que no es individual ese crimen, es que no es personal sino política cierta bronca, al escuchar o leer que la posibilidad de que miles nos encontremos este 3 de junio para darle visibilidad al femicidio, es hija de la interacción de un grupo de mujeres que chateaban y se preguntaron qué hacer.

Aunque más no sea por humildad, démosle el crédito también a 60, 70 años de luchas feministas y a décadas en las Argentina de pelea de los movimientos de mujeres. Así como el crimen lo es, un gesto individual de convocatoria también nace de la historia que lo precede. Hay hilos invisibles pero sólidos que unen la historia individual de cada una de nosotras con el batallar histórico de otras y con la vida de las que no están. Como dijo María Florencia Alcaraz en una nota de Cosecha Roja: “A ‘Ni una menos’ no la parió Twitter, ni la foto de un famoso, ni la adhesión de un candidato, ni siquiera una maratón de lectura: la parió el feminismo”.

Un agotamiento que va desde sentirse agobiada por la espectacularización de un cadáver; un fastidio por tener que insistir ante algunos varones que sí existe el patriarcado; un agobio por tener que explicar que cuando un tipo habla de nuestra vagina en la calle no nos resulta halagador.

Ni una menos es un grito, un alarido, un Basta fuerte. La manifestación debe ser masiva y transversal para que logre visibilidad por encima de las trampas. Pero también para que sea un gran momento en la historia de la lucha de las mujeres argentinas; para que quede bien a la vista quién pretendió usar la convocatoria, para que quienes se sacaron la foto con el cartelito por puro oportunismo, si ejercen algún tipo de violencia, tengan condena social, y para que se vea quiénes son puro bla bla y quiénes, en cambio, dan su palabra.

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