"Este en un acto en repudio a Videla y todo lo que representa". En la plaza principal de Mercedes, la ciudad natal del ex dictador, unas cuatrocientas personas escucharon la lectura del documento firmado por todo el arco político mercedino. El acto fue breve y sencillo. "Si la familia decide enterrarlo acá, no nos vamos a negar", dijeron desde la Secretaría de Derechos Humanos del municipio.
Desde temprano en la ciudad bonaerense corrió el rumor de que el cuerpo de Jorge Rafael Videla iba a ser sepultado en uno de los dos panteones que su familia tiene en el cementerio municipal. A las 19, el cementerio cerró sus puertas. Juan Otero, el encargado, caminaba entre los vecinos. Al menos por hoy, ya no había chances de que el represor retornara a la ciudad que lo vio nacer.
A esa misma hora, vecinos y militantes de diferente agrupaciones políticas y sociales estaban concentrados en la plaza principal. Rodeando la estatua de San Martín se juntaban en grupos. Dos o tres chicos corrían y jugaban entre la gente. Colgados en grupos de a cinco -formando un gran círculo- estaban los carteles con los nombres de los 19 mercedinos desaparecidos y los seis asesinados. Más allá, el ritmo de la ciudad se mantenía inalterable.
La lectura del documento fue breve y dejó un claro mensaje: el repudio a Videla y a la dictadura cívico-militar. Lo que ocurra después con el cuerpo del exdictador es decisión de su familia. Enfrente, en la puerta de la Iglesia, ya cerrada, cuatro o cinco personas charlaban ajenas a lo que ocurría en la plaza.
"Celebramos que Videla haya muerto condenado y en una cárcel común", dijo Oscar Apezteguía. El Vasco, como lo conocen todos en Mercedes, fue militante de la Juventud Peronista en los '70. En 1975, unos meses antes del golpe, se exilió en México, perseguido por la Triple A. Detrás suyo colgaba el cártel con el nombre de Alfredo Kelly, uno de los padres palotinos asesinados durante la dictadura. "Él era mi confesor -contó-. En el '72 hicimos juntos un viaje a Bariloche". Apezteguía, vestido con pantalón de corderoy y campera de gamuza marrón, miraba los carteles de los desaparecidos y le ponía vida a los nombres: "Este era compañero mío de la secundaria, con este otro militábamos juntos".
Lentamente la plaza fue quedando vacía. Algunos jóvenes descolgaban los carteles con los nombres de las 24 víctimas. Mañana, a partir de las ocho, cuando abra el cementerio y se renueven los rumores de la llegada del cuerpo de Videla, estarán colgados en la puerta, prolijamente acomodados uno al lado del otro.