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15 de Marzo 2016 - 9:37 hs
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29-10-2015|19:21|Lesa Humanidad Nacionales
Los operativos estuvieron a cargo de la PSA

“Tiene una carga simbólica fuerte que detengan a un represor votando"

En las elecciones del domingo pasado fueron detenidos cuatro represores del centro clandestino El Vesubio. Están acusados del fusilamiento de 16 detenidos, en mayo de 1977. Las capturas fueron ordenadas por el juez Daniel Rafecas, en el marco de la megacausa Primer Cuerpo del Ejército. Entre los detenidos está el coronel Eduardo Cubas, que fue interceptado en una escuela de Bella Vista, en Corrientes.

  • Télam.
Por: Infojus Noticias

El 24 de mayo de 1977 los represores del centro clandestino “El Vesubio” salieron para un operativo especial. Unos días antes, habían separado a un grupo de 16 detenidos y les prometieron comprarles ropa.  “Van a ir presos a la cárcel de Devoto, pero antes hay una conferencia de prensa y van a decir qué actividades hacían dentro de la subversión”, les dijeron. Pero había sido un engaño. Cuando llegó el día, los trasladaron a una casa céntrica de la localidad de Monte Grande. Tabicados y esposados, fueron enfilados contra una pared y los fusilaron a quemarropa. Los cuerpos fueron enterrados como NN en el cementerio municipal y los nombres se difundieron a través de la prensa con noticias que hablaban de la muerte de “subversivos” en un falso enfrentamiento luego de que el Ejército detectara una “importante reunión conspirativa”. 

A casi cuarenta años, la Policía de Seguridad Aeroporturia (PSA) capturó a cuatro represores acusados por participar en la masacre. Uno de ellos fue el coronel Eduardo Cubas que fue interceptado en una escuela de Bella Vista, Corrientes, después de haber emitido el voto en las últimas elecciones.  El resto de los nombres aún no ha sido dado a conocer por la investigación judicial.

A más de un década de la reapertura de la megacausa por secuestros, torturas y homicidios en jurisdicción del ex Primer Cuerpo de Ejército, para el abogado querellante Pablo Llonto es “una gran noticia porque se permitirá tener el cuadro de responsabilidades de cómo fue la masacre, algo que todavía no pudo reconstruirse”. Las órdenes de detención las emitió el juez federal Daniel Rafecas. No fueron los únicos represores detenidos durante los comicios. 

Además, la PSA detuvo a Bernardo Caballero, alias “Ángel”, imputado en la megacausa Campo de Mayo por una orden  de la jueza federal de San Martín, Alicia Vence. Tenía pedido de captura pero no había sido localizado. “Caballero integró el grupo de fuerza de tareas, que se dedicaba a interrogar, a hacer guardias y a la asistencia en la tortura. Está acusado de actuar en ´El Campito´, el centro clandestino de detención que funcionó en Campo de Mayo”, precisó Llonto. En las próximas semanas, se esperan nuevas pesquisas para determinar en qué hechos y por cuáles víctimas se ampliará la acusación contra Caballero.

Todos ellos fueron indagados pero se negaron a declarar. Se espera que en el ballotage haya nuevas detenciones. “Es habitual que en este tipo de hechos públicos se libren las órdenes para capturar a los represores. A veces no es fácil localizarlos y entonces se espera que concurran a este tipo de obligaciones, como el voto, y la policía los espera en la calle”, amplió el abogado querellante.

Los represores fueron a votar tranquilos y no prestaron atención a los patrulleros que rodeaban las escuelas. “Tiene una carga simbólica fuerte que un represor sea detenido en un acto democrático –reflexionó Llonto-. Ni se lo esperaban. Hay todavía centenares de represores libres. Campo de Mayo es lo más difícil, porque hay  pocos sobrevivientes. Cada detención es un hallazgo invalorable”.

Los crímenes de “El Vesubio”

En El Vesubio fueron vistos por última vez el historietista Héctor Oesterheld, el escritor Haroldo Conti y el cineasta Raymundo Gleyzer. Funcionó en Camino de Cintura y Riccheri desde abril de 1976 hasta la primavera de 1978, cuando se desmontó con los primeros rumores de la visita de la CIDH. Dependía operacionalmente de la Brigada de Infantería Mecanizada X. Se calcula que por ahí pasaron cerca de 1500 secuestrados. Sin embargo, en los dos juicios sobre Vesubio que hubo, se juzgaron a 12 represores por unas 300 víctimas.

En julio de 2011, el Tribunal Oral Federal 4 condenó a siete represores por más de veinte homicidios y cerca de un centenar de secuestros y torturas. El general Héctor Humberto Gamen y el coronel Hugo Idelbrando Pascarelli recibieron penas de reclusión perpetua, en tanto los penitenciarios Diego Chemes, José Maidana, Roberto Zeolitti, Ricardo Martínez y Ramón Erlán recibieron penas de entre 18 y 22 años y medio. En su sentencia, los jueces ordenaron investigar a los guardias del Servicio Penitenciario y las violaciones y delitos de índole sexual denunciados durante las audiencias.

En diciembre del año pasado, el mismo tribunal condenó a prisión perpetua al ex coronel de Inteligencia Gustavo Adolfo Cacivio, al ex jefe del área militar Federico Antonio Minicucci, al ex jefe de la Central de Reunión de Información que funcionó en el regimiento de La Tablada, teniente coronel Jorge Raúl Crespi, y al ex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón, destinado en El Vesubio por el Batallón de Inteligencia 601 del Ejército.

El “Campito”, un campo de exterminio

Campo de Mayo fue el mayor campo de detención clandestino del Ejército y albergaba en forma constante a unas 200 personas, entre las que se encontraban mujeres embarazadas -algunas de ellas incluso dieron a luz durante su cautiverio-, ancianos y familias enteras. Se calcula que pasaron por él cerca de 4000 personas hasta su clausura, a fines de 1979.

“El Campito”, además de concentrar e interrogar mediante tormentos a los detenidos capturados por su propia acción operativa, funcionó dentro de la maquinaria del aniquilamiento del Ejército como “el principal centro de recepción y exterminio de prisioneros derivados de otros campos”. Fue, en efecto, el más temerario: quien era trasladado allí, sabía que iba a morir. A el “Ángel” Caballero, el represor que fue capturado, no le temblaba el pulso cada vez que interrogaba a sus víctimas.

JMM/LC

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