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23-10-2014|20:10|Lesa Humanidad Nacionales
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Megacausa ESMA

“Rodolfo Walsh me dijo que tenía algo riesgoso para pedirme”

Flora Bagú aportó elementos en la megacausa ESMA para construir el rompecabezas de cómo los marinos cercaron al escritor y militante de Montoneros. Diciembre de 1976 fue un mes clave para lograr ese objetivo que culminó con el secuestro de Walsh el 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año del golpe de Estado.

  • Foto Sol Vazquez
Por: Natalia Biazzini

“Vuelvo pronto. Es acá cerca”, le dijo Carlos Bayón, a quien conocía como Pablo en su rol de militante político. Cerró la puerta del ascensor y se fue. Iba con su hija Leticia. Tenía una cita con otro militante a las seis de la tarde pero no pudo cumplir su promesa: esa noche no volvieron. A la mañana siguiente, Flora Bagú, pareja de Bayón, entendió que lo habían secuestrado. La caída de Pablo era parte del operativo de inteligencia y seguimientos que llevaba adelante el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) para golpear sobre los puntos vitales de Montoneros. En esa estrategia Pablo era una forma de acercarse a la célula que encabezaba Rodolfo Walsh para dar vida a la agencia clandestina de noticias ANCLA.

Una semana antes de ese 22 de diciembre, un grupo de tareas había secuestrado a Leticia junto a su mamá, Norma Batsche Valdés. Fueron llevadas a la ESMA y un día después los marino dejaron a Leticia con su tía. Poco después, la fue a buscar su papá, que se había aferrado mucho a ella y la llevaba a todos lados con él. Así fue que volvieron a secuestrarla junto a su padre y, tal como había ocurrido siete días antes, la niña fue devuelta pero esta vez a la casa de unos amigos de la familia.

“Lo acompañé hasta el ascensor y nunca  más lo ví.  Esperé en el departamento con mi hija de un año y dos meses. Estaba obnubilada. Cada vez que llegaba el ascensor me fijaba por la mirilla a ver si eran ellos. Pasamos allí la noche, tal vez, de manera imprudente”, relató esta tarde Flora Bagú ante el Tribunal Oral Federal 5 de Comodoro Py. Ambos, al igual que la mamá de Leticia, militaban en la estructura que lideraba Walsh dentro de Montoneros y que tenía como tarea desarrollar la agencia ANCLA.

La declaración de Flora –que duró dos horas y fue la primera que hizo ante un tribunal- forma parte de los testimonios que está tomando el TOF 5 en el marco del debate oral donde se juzga a 65 imputados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura. Allí se intenta determinar cómo operó el grupo de tareas de la ESMA, que terminó matando a Walsh.

Por una serie de casualidades y violaciones a las normas de seguridad de Montoneros, Flora tenía el número de la mensajería telefónica por la cual Bayón se comunicaba con Walsh, su superior en la estructura de la organización política. Ese número había quedado anotado en un papel el día anterior. Bayón, obsesionado en el análisis de documentación, no había querido ir buscar los mensajes telefónicos, y la mandó a ella. Uno de esos recados era una cita. Esa cita fue la que terminó en un secuestro.

La mañana del 23 de diciembre, Flora llamó a una mensajería telefónica y dejó un mensaje para el “Tío”, como le decían cariñosamente a Walsh, a quien ella no conocía personalmente ni sabía de quién se trataba. Bayón le había dicho que desde la ventana con vitreaux del departamento donde vivían se veía el restorán donde se reunía con él. Se asomó y vio, desde ese sexto piso en Córdoba y Uriburu, la terraza de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), en Paraguay y Junín.

Flora llegó con su hija de un año y dos meses, la dejó en manos de Walsh y Lilia Ferreyra –pareja del escritor- y se fue a cumplir con la orden que le dio Walsh: sacar todo lo que había en el departamento donde vivía con Bayón. “Rodolfo Walsh me dijo que tenía algo riesgoso para pedirme: que vuelva al departamento y me lleve toda la documentación. Me dio plata y me dijo que vaya a una marroquinería y compre dos bolsos. Le dejé a mi hija llorando a su mujer y me fui al departamento, con todo el riesgo que significaba”, recordó esta tarde. En la primera fila de asientos estaba su hija.

Una vez allí juntó toda la documentación, buscó las fotos que había y las cortó en pedacitos y la tiró por el inodoro. Luego salió y fue a reencontrase con Walsh, Lilia y su hija.

Flora pasó la Navidad en su casa familiar y poco después, siguiendo una orden de Montoneros, se fue a un exilio interno. Le dieron un sobre lleno de plata para que se tome tres meses de vacaciones. Cuando volvió no encontró a nadie. La estructura donde militaba, que hacia arriba incluía a Pablo, a José María Salgado y a Walsh, no existía más. Quedó “desenganchada”. Muchos años después, ya en democracia, reconoció en la solapa de un libro la cara de “El Tío”. Supo que el jefe de pareja era Rodolfo Walsh.

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