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Gustavo Germain es hijo de Jorge Alberto, ex trabajador de la petrolera y militante del PRT-ERP, que fue secuestrado y desaparecido en julio de 1976. Hace diez días, la empresa reparó los legajos de los empleados y dejó por escrito que esos trabajadores dejaron de ir a trabajar porque fueron víctimas del terrorismo de Estado.
Martes, después del mediodía. Promediaba la entrega de legajos “reparados” a las familias de trabajadores de YPF desaparecidos o asesinados por el terrorismo de Estado. Miguel Galuccio, el CEO de la empresa petrolera, había pedido perdón por haber demorado cuatro décadas para registrar en los expedientes personales la verdadera razón por la que habían dejado de ir a trabajar. Un hombre joven, moreno y espigado, al retirar el expediente, le susurró algo al oído. Detrás suyo, paradas sobre el escenario, estaban su novia María y sus dos hijas, Zoé y Maga. Después de la aprobación de Galuccio, sacó un papel que traía en el bolsillo y empezó a leer.
—Mi padre decía que la muerte podía ser un accidente casual. Pero su lucha, por la que dejó la vida, era por sus hijos y por un país más justo. Y eso no era casual.
Gustavo Germain hablaba de Jorge Alberto Germain, empleado de YPF y militante del PRT-ERP. En 1976 se lo llevó la policía de Córdoba —se cree— y todavía no tiene tumba donde llevarle una flor.
Hijo y padre
“Con mis hijas soy todo lo que no pudieron ser conmigo. Por ser hijo de desaparecido, he estado marcado de por vida, ¿sabes? Y la manera de cambiar un poco mi pasado y un poco mi vida fue poder redescubrirme en la infancia con mis hijas: aprender a ser hijo siendo padre. Con ellas tengo la voluntad no de enseñar, sino de aprender y escuchar”, dice un rato después, en uno de los jardines de la sede de Puerto Madero de la empresa, hablando con Infojus Noticias. Porque antes que el vacío de tantos años, que la indiferencia de la gente por ser hijo de un desaparecido, antes que nada, Gustavo Germain dice ser eso: hijo y padre a la vez.
-Es muy gratificante ser padre para mí, pero con mi viejo se me hace muy raro. Porque ahora yo tengo cuarenta años, y a mi viejo se lo llevaron con veinte. Yo tengo veinte años más que mi viejo. Es raro: hijos de 40 años estar buscando a padres de 20, ¿tú sabes? Yo con mis hijas he conseguido sanar muchas cosas, y el mejor homenaje para mi padre es ver a sus nietas espléndidas y que son unas personas alucinantes.
El nombre de guerra de Jorge Alberto Germain era Camilo. Entró a YPF cuando Gustavo estaba por nacer, por recomendación de su propio padre, que también trabajaba en la petrolera. Quería que hacerlo “sentar cabeza” y se dejara de militar. El 2 de julio de 1976 se llevaron a Jorge de la casa de sus padres. Gustavo estaba en la casa pero no recuerda nada: tenía un año de edad.
En 1997, Gustavo recibió el segundo gran golpe. Con 39 años y una larga fibrosis pulmonar -fumaba muchísimo- murió su mamá. Para entonces Gustavo tenía 22 años y su hermano menor, hijo de otra pareja de su madre, 16. Quedaron prácticamente en la calle. Deambularon por casas de amigos, y pararon un tiempo en el local que Familiares le prestaba a H.I.J.O.S. en Córdoba. Gustavo trabajó en la carpintería que había en el local y usando una licuadora prestada, empezó a fabricar productos de limpieza que vendía por el barrio y limpió cristaleras en negocios. También trabajó en una estación de servicio de YPF hasta que logró alquilar un monoambiente donde vivía con su hermano y dos compañeros más. Probó varias carreras universitarias y las dejó. En 2005, compró un boleto de avión y se fue a España.
Con otro pie
-Siempre viví con un vacío. Sentía que podía estar en Argentina pero también en cualquier otro sitio del mundo. Ya no tenía a mi padre, ya no tenía a mi madre, ya no tenía familia. Igual me estaba perdiendo de algo, ¿sabes? Y necesitaba irme. Me fui para allí y encontré una familia, todo lo que no había tenido aquí.
Gustavo vive en Barcelona desde hace diez años. Con su novia -que es diseñadora-, hacen intervenciones callejeras. Tiene una empresa y trabaja para la diputación de Barcelona en la conservación del patrimonio histórico. Le gusta pintar y escribir. Ahora, cuando vuelve a la Argentina –dice- lo hace de otra manera: con su familia, con otro pie.
Hace dos años conoció a Carlos Borobio, y el rompecabezas roto de su padre sumó una pieza más. “Estuvo detenido en Córdoba, en un centro clandestino de un páramo que se llama Pilar, y me dijo que estuvo con mi padre ahí”.
Después de escribirse mucho por las redes sociales, Gustavo y Carlos se encontraron cerca de Unquillo, en Córdoba. Hablaron horas y tomaron vino.
-Cuando lo secuestraron a Borobio tenía 16 años, y me dijo que se sentía muy vulnerable ahí. Fue importante el apoyo de mi padre y de otro compañero que había ahí con él, Beto Simonazzi, que lo cuidaban. Una noche los sacan en dos coches, abren el baúl de uno y del otro lo bajan a Borobio, lo ponen enfrente del baúl, le levantan la venda y fusilan a una persona. Podría ser mi padre, podría ser el otro que estaba allí. No se sabe.
El puesto de Pilar
Carlos José Borobio, el único sobreviviente del puesto caminero de Pilar, el hombre que le llevó algo de certeza a la incertidumbre de Gustavo, vive en Buenos Aires. “Me secuestraron el 4 de junio del 76, unos tipos de civil. Me llevaron a ese puesto que reconocí muchos años más tarde. El primer día estuve solo, y al día siguiente me pasaron a una habitación donde estaba Jorge y Simonazzi, y otra celda individual estaba la negra Argañaraz”, le contó en un breve diálogo a Infojus Noticias. Y contó las dos muertes que presenció durante los cuatro días que estuvo ahí adentro. “El viernes a la noche mataron en la tortura a un pibe. Yo estaba tirado en el piso y cuando lo llevan arrastrando me tocó la pata”. La segunda fue la noche siguiente. ”Nos llevaron a un lugar cercano, yo iba vendado. Abren el baúl de un auto y le meten un tiro. Lo fusilan ahí adentro”. Borobio, sin embargo, descarta que el hombre ejecutado en ese paraje haya sido Jorge Germain, porque después pudo hablar con él.
Pilar era un puesto caminero que orbitaba alrededor del D-2. Hace un tiempo, después de que había sido declarado como sitio de Memoria, el intendente Diego Bechis ordenó derrumbarlo. Había quedado una pared en pie, que ordenó tirarla abajo después. “Ahora estamos con la Comisión por la Memoria de Pilar intentando recuperarlo porque creemos que es importante para la memoria de Pilar y porque quiero seguir avanzando en la búsqueda de mi padre”, se enoja Gustavo. Allí, está convencido, están enterrados los huesos de Jorge. Su papá.
LB/PW
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