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Estaba preso por crímenes de Lesa Humanidad. En una de sus últimas declaraciones caminaba encorvado, sin esposas, rodeado por guardias del Servicio Penitenciario. Un fotógrafo de Infojus Noticias registró el momento.
El martes 23 de abril faltaban unos minutos para el mediodía cuando el camión del Servicio Penintenciario Federal estacionó en la explanada del edificio de Comodoro Py. El fotógrafo Leo Vaca y la periodista Natalia Biazzini -que estaban ahí para cubrir para la agencia Infojus el juicio por las coimas en el Senado y el de Plan Cóndor- creyeron que de ese vehículo podían bajar algunos de los represores que debían declarar ese día. Entre ellos, el dictador Jorge Rafael Videla.
El fotógrafo se acercó. Del camión bajaron cinco jóvenes esposados. Junto al vehículo también había estacionado una camioneta cuatro por cuatro blanca, con vidrios polarizados. Vio cómo agentes armados la rodeaban, invitaban a los pasajeros a bajar y esperaban con las puertas abiertas del vehículo. Pero alguien se demoraba en bajar. Leo Vaca siguió la escena de lejos. Divisó las piernas que se movían con suma lentitud, las de una persona mayor. Apenas bajó, reconoció a Videla caminando despacio - campera azul, camisa rayada, corbata negra- escoltado por los agentes de las fuerzas de seguridad. Ellos se sorprendieron cuando el fotógrafo se acercó raudo. Los custodios del Servicio Penitenciario intentaron tibiamente rodear y tapar al represor, alejarlo de la cámara. Pero ninguno dijo nada. Videla caminaba lento, sin esposas, con el abrigo doblado sobre una mano y la vista fija en el piso. La misma mirada inescrutable con la que ideó y lideró el terror.
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