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La sentencia había entrado en la etapa final. Fiel a su estilo provocativo, Miguel Etchecolatz miró a Estela de Carlotto y otros familiares. De pronto, agarró un papelito y anotó un nombre. Al terminar el veredicto, quiso entregárselo al Tribunal. No lo dejaron. Los fotógrafos de Infojus Noticias captaron el escrito. Decía "Jorge Julio López".
La sentencia había entrado en la etapa final. Eran los últimos minutos y el juez Carlos Rozanski se sirvió un vaso de agua después de una hora de lectura. De pronto, en el corralito donde escuchaban los represores, alguien miró desafiante a los familiares de las víctimas.
Fiel a su estilo, Miguel Etchecolatz, exjefe de investigaciones de la policía provincial, se concentró en Estela de Carlotto. Con cara de póker, le sostuvo la mirada durante unos minutos. Fue uno de los primeros en recibir la condena a perpetua, y ni se había inmutado ante los aplausos del público, que festejó el fallo. Pero ahora estaba fuera de control. Agarró un papelito y lo desplegó de un lado a otro. Al terminar la lectura, quiso entregárselo al Tribunal. No lo dejaron. Algunos pensaron que había escrito algo en contra del proceso que lo condenó. Sin embargo, cuando hicieron foco sobre sus manos, los fotógrafos de Infojus Noticias descubrieron un detalle macabro. Decía, de su puño y letra, “Jorge Julio López”.
En otro ángulo fotográfico, la lectura del papel sugiere un dato que, de comprobarse, sería aún más horrendo. De forma entrecortada, aparecerían la palabras "secuestro" y el verbo "secuestrar". En rigor, si se ordena su peritaje, la precisión echaría más luz sobre la exactitud del mensaje.
Así lo contó el fotógrafo de esta agencia, Leo Vaca: “El corralito estaba tapado por guardias, era difícil de fotografiar. En un momento, uno de ellos se corrió y vi cómo Etchecolatz miró fijamente a Estela y a otros familiares. Entonces con sus dedos de la mano derecha empezó a tamborilear sobre la rodilla y sacó un papelito. En ese momento, observo que dice ´Jorge Julio López´. No pude creer lo que estaba viendo. Después se levantó y se lo quiso entregar a los jueces, pero no lo dejaron. Mostré la foto a otros colegas y a la gente que estaba allí y se mordían los labios de la bronca. Fue un escándalo”.
¿Qué habrá querido significar Etchecolatz? ¿Cuál fue su verdadera intención? ¿Fue un gesto de desesperación al recibir una nueva condena por delitos de lesa humanidad? ¿O, bien, quiso revelar alguna información que hasta allí no había explicitado?
Lo cierto es que la última provocación de Etchecolatz antes de regresar a la cárcel evidenció un hecho: el de no pasar desapercibido ante la desaparición de Julio López. Fuentes judiciales mostraron cautela ante el hecho, aunque enfatizaron que tomarán las medidas correspondientes. Se calcula que, en los próximos días, se lo interrogará sobre por qué quiso acercar el papel a la justicia.
Excomisario, Etchecolatz fue director de investigaciones de la policía bonaerense entre marzo de 1976 y fines de 1977. Era la mano derecha del exgeneral Ramón Camps. En 1986 fue sentenciado a 23 años de cárcel como responsable de 91 tormentos. Después de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de 2003, fue el segundo condenado por delitos de lesa humanidad en un juicio donde fue el único acusado. Ocurrió en 2006, cuando tuvo sentencia a prisión perpetua por seis homicidios. Entonces Jorge Julio López –desaparecido en 2006- lo señaló como uno de los torturadores. En una de las audiencias del juicio de La Cacha, se desmayó mientras declaraba una sobreviviente y el debate se suspendió. En otro momento del juicio pidió hablar y dijo que la dictadura luchó contra “insectos foráneos”. En La Cacha lo acusan del homicidio agravado de los militantes montoneros Luis Eduardo Sixto Bearzi y Marcelo Gabriel José Bettini.
En el juicio, protagonizó varios sucesos que bordearon el escándalo y la polémica. En la audiencia del 5 de febrero de 2014, el arquitecto de la represión en la provincia de Buenos Aires tomó la palabra y, fiel a su estilo, provocó a la audiencia. "Por mi cargo me tocó matar, y lo haría de nuevo", dijo. Después, agregó : “Defendimos a la patria y nuestros soldados fueron muertos en enfrentamientos ocasionados por los terroristas. Fuimos en defensa del hombre civilizado, y del derecho a la familia cristiana”.
En mayo, se desmayó escuchando a una sobreviviente. Lo llevaron al Hospital San Martín con un pico de presión. Dos semanas después, visiblemente recuperado, volvió a declarar. Dijo que en los ´70, llegaban “insectos foráneos” y se “entrometían en el país”. El ex comisario intentó desligarse del asesinato de Marcelo Bettini, militante de Montoneros. Y, una vez más, se adjudicó el papel de víctima: objeto de la venganza jurídica de quienes fueron derrotados bajo la ley de las armas en aquella época, donde asesinó y mandó a asesinar “en combate”.
- ¿A qué se refiere con insectos foráneos?- repreguntó Rozanski.
- Los que llegaban desde Cuba, de afuera. No solo personas, también ideas- respondió el represor, sin titubear.
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