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Después de una jornada histórica para la ciudad cementera, Estela de Carlotto pidió a los olavarrienses que acompañen el juicio, desde el escenario donde después Ignacio Guido tocó dos temas en el piano.
La sensación de que se vivía un día histórico en Olavarría, ayer flotaba en cada espacio de la Facultad de Sociales de la Universidad Nacional del Centro, que funciona como sede del juicio por los crímenes de Monte Peloni. Al final de la primera audiencia, el interés se centró en el escenario montado al aire libre, a metros de la sala que es sede del tribunal. Desde allí, a pesar de la llovizna, el viento y el frío, Estela de Carlotto habló a los olavarrienses que se habían congredado para una serie de actividades culturales para celebrar el inicio del proceso oral y público.
"Hoy es un día especial en mi memoria y en la de ustedes. Vine a conocer el olor, el paisaje donde se crió mi nieto, Ignacio Guido", dijo Estela al abrir el festival Olavarría Despierta. Y después pidió a los presentes "acompañen el juicio, porque aquel que cometió un delito debe ser condenado". Minutos después, Ignacio Guido Montoya Carlotto se sentó al piano e interpretó dos temas propios, Pena de muerte y Para la memoria, acompañado en voz por Adriana Saravia. Estela y Kibo Carlotto lo observaban desde un costado del escenario. "No se han cerrado las puertas ni las heridas de antaño", cantó Saravia.
Le siguieron otros artistas locales y una murga. El cierre estuvo a cargo de Vïctor Heredia. "Tocar en este juicio es realmente significativo, sencillamente porque nuestra generación, a la que yo pertenezco, y a la que le rindo homenaje en cada canción, se siente agradecida por todos los esfuerzos que se han hecho desde la Justica para aclarar estos crímenes y para juzgar limpiamente a quienes cometieron estos crímenes de lesa humanidad", dijo Heredia a Infojus Noticias.
Encuentro con periodistas locales
“El ejemplo lo tienen acá, ustedes. ¿Cuánto silencio hubo en este pueblo?”, preguntó Estela Barnes de Carlotto en una charla con periodistas locales, organizada por la Universidad Nacional del Centro. “Todavía lo hay”, sugirió una de las pocas periodistas presentes en el aula de la facultad de Ciencias Sociales. A su lado estaba Ignacio Guido, su nieto, y su hijo, el secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Kibo Carlotto. “Pero ese silencio se está rompiendo”, respondió la presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Esa es la sensación alrededor del juicio que comenzó ayer, con el silencio de los verdugos y las voces de las víctimas: la ciudad parece despertar de un sueño que duró más de tres décadas. La aparición, un mes y medio atrás, de su nieto apropiado, vuelve a poner el foco en la trama de complicidades civiles que aún no se revela.
-¿Piensa que en este juicio puede empezar a develarse la complicidad civil de la última dictadura?
-Sin dudas esta fue una dictadura cívico-militar. Desde 1930 hemos tenido dictaduras cívico-militares. La complicidad civil por conveniencia económica o ideológica, pero más que nada económica, propiciaba los golpes de Estado desalojando gobiernos elegidos por el voto popular. En 1976 vino una dictadura con un proyecto atroz de hacer desaparecer todo aquel que molestara sus designios, e inventaron esta cosa siniestra del robo de bebés. En esto hubo complicidad civil y para esto se están juzgando algunos responsables. Porque en estos juicios hubo que priorizar la responsabilidad. Empezamos por Videla y todos los que le siguieron en cadena de mandos. Y los civiles. Civiles que se prestaron, que entregaron gente, que habilitaron estancias para que se transformaran en centros de detención y de tortura, y el silencio –a veces- de los pueblos, se debe al temor, que es lo que se está perdiendo, por suerte. Porque hay una garantía de que si no lo hacemos, se repite. Y acá, si alguien tiene que rendir cuentas en la justicia, lo debe hacer.
-¿Cuál es la importancia de este juicio?
-Si me piden que mida las emociones priorizo estar con mi nieto y venir a donde vive y se crió, sus entornos y paisajes, que nunca me imaginé que iba a vivir después de 37 años. Y coincide, esta fecha, con el juicio que comienza en esta ciudad, un juicio histórico y necesario. Tuvimos mucho tiempo con carencia de justicia, conviviendo con los asesinos de 30.000 personas, que robaron bienes, que robaron bebes. Y aunque no estábamos inactivos -porque Abuelas siempre pudo juzgar a los apropiadores de nuestros nietos- no era suficiente. Nuestros nietos no nacieron de un repollo, nuestros hijos siguen desaparecidos. Hoy hay justicia plena. Esto es una respuesta clara a una lucha de tantos años. Las tres palabras que nosotros usamos no son un slogan, son una realidad: memoria, verdad y justicia. Memoria activa; justicia, que es lo que estamos inaugurando hoy acá; y verdad, saber. Hay centenares de familias y de mamás que no saben dónde están sus hijos. Se supone que no viven, y hay que encontrarlos. Faltan encontrar más de 300 nietos. Por eso falta mucho y hay que seguir.
-¿Es la primera vez que viene como abuela de Ignacio Guido?
-Sí. Si me hubiera imaginado que estaba acá hago un registro dela población y me vengo a buscarlo… ni un atisbo de sospecha. El día que me lo dijeron, el 5 de agosto, fue un baldazo de vida que me vino, a través de la palabra de la jueza que me dijo ‘encontramos a tu nieto Guido’. Es Ignacio Guido, por dos razones muy importantes. Una porque él es Ignacio, y la otra porque Guido es el nombre que le pusieron sus papás. El hecho de encontrarlo fue una emoción popular. Y eso no es casual. Hay que analizar la alegría y las lágrimas de la gente que nunca me había saludado. Es el saber que se puede. Eso se está demostrando hoy acá.
-¿Hay novedades en la causa?
-La causa todavía la tiene Servini de Cubría, pero por el nacimiento de mi nieto, que todo hace pensar –casi con certeza- que nació en La Cacha, ese campo de concentración donde estuvo nueve meses Laura secuestrada, corresponde el traslado de la causa de mi nieto de la capital a la provincia. Es un pedido lógico por el lugar del nacimiento y de los hechos. No es malestar ni reproche.
-¿Qué cambió haber encontrado a su nieto?
-Haberlo encontrado no me paraliza, sino que me alienta para encontrar al resto, así todas las abuelas tienen la dicha que tengo yo. Tratamos de vernos lo más posible –con estos aparatos donde se escucha y se ve-, estamos conociéndonos, que es importante, aunque yo lo conocía de toda la vida y él también, quería conocer su historia, aún sin saberlo.
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