Cuando la sobreviviente Graciela Beatriz García, que fue víctima de trabajo esclavo en ESMA, entró este mediodía a la sala de audiencia para declarar el horror que sufrió durante la última dictadura militar, su hostigador y uno de los 66 represores imputados, Néstor Savio, la siguió con la mirada en todo su recorrido hasta que se sentó en el estrado y se quitó el saco negro.
-Esto es una guerra de exterminio. Vos te vas a salvar- le había asegurado Jorge Tigre Acosta a García.
-¿Por qué yo sí y otros no?- había preguntado la mujer.
-Porque Jesucito así lo quiere.
El diálogo fue reconstruido por García antes los jueces del Tribunal Oral Federal N°5 en Comodoro Py. García habló rápido. No es la primera vez que declara ante un tribunal por todo lo que supo y conoció. Hoy movía las manos todo el tiempo. Tiene 63 años, mide un metro sesenta, pelo corto rubio. La tarde del 15 de octubre de 1976 fue secuestrada junto con Diana García en la esquina de Córdoba y San Martín por un grupo de tareas vestidos de civil. Fue trasladada a la ESMA, donde permaneció cautiva hasta 1981. Durante su detención integró junto con otros secuestrados el grupo conocido como mini staff.
Una de las primeras preguntas de la querella fue sobre los abusos sexuales. García contó que en una oportunidad la llevaron junto con otras mujeres a una quinta en el Gran Buenos Aires donde había marinos. “Acosta sugirió que había que elegirnos. Cada una de nosotras terminó con un marino. Yo terminé al lado de la piscina con García Velasco. Ahí no me pasó nada”, dijo en referencia a que no fue abusada.
García contó que en una oportunidad el represor Antonio Pernías intentó abusar de ella, pero “pudo zafar”. También relató que su compañera Inés Cobos le contó que había sido abusada por el Tigre Acosta.
“En la ESMA un día me bajaron y estaba Acosta. Me ofreció un pedazo de torta. Eso era un montón para las condiciones que estábamos. Me llevó a un departamento de la calle Olleros y Libertador. Llevaba una valijita de cuero marrón con las sábanas ahí. Ahí me llevó dos veces. Después yo volvía nuevamente al grillete, las esposas y al balde para hacer necesidades”, dijo la testigo en referencia de enero de 1977. Agregó que, una vez liberada, mantenía las manos siempre unidas, consecuencia de haber estado mucho tiempo con las esposas puestas.
García también mencionó otro departamento de la calle Ecuador y Santa Fe. “Me llevaba el mayor Mazzola. Me dejaba los fines de semana. A veces iba Acosta”. La testigo afirmó que las familias eran objeto de control. “Los verdes enloquecieron cuando se enteraron de que Pablo González Langarica tenía armas. Una vez acompañé a las nenas de tres y cinco años a una quinta. Las tabicaron. El que controlaba ese procedimiento era Néstor Savio”. Langarica tenía la cuenta de Montoneros en Suiza y fue amenazado y extorsionado para entregarles plata a los militares. Además después tuvo que sumarse a una falsa conferencia de prensa en Madrid, donde lo hicieron aparecer como montonero arrepentido.
Savio siguió el testimonio leyendo unas declaraciones viejas de García que tenía sobre las rodillas, porque estaba alejado de la mesa. “Como es corto de vista tenía que agacharse mucho”, le confió a Infojus Noticias una fuente judicial.
“Una de mis preocupaciones era mi hermana, que tenía militancia estudiantil y participaba de un centro de investigaciones jesuitas. Ahí trabajaba mi compañero”, dijo García con un nudo en la garganta. La pareja de García era Ignacio Beltrán, que murió en un enfrentamiento con las fuerzas represivas en septiembre del ‘76.
La testigo relató que una madrugada Acosta la llevó a visitar a su familia. “Empezó con la perorata de que se habían propuesto rescatar a jóvenes como yo, y que la familia tenía que colaborar. A mi papá le dijo que tenía que mudarse. Mi papá se sintió humillado. Acosta lo hacía para demostrar poder”. García explicó que su hermana, Marta, era abogada recién recibida y que los militares la usaron para firmar unas actas de sociedad de Chacras de Coria, que les fueron robadas a detenidos mendocinos.
El juez Leopoldo Bruglia le aclaró que no tenía que declarar en contra de su hermana, que también está imputada en un tramo de la causa. García asintió y después contó que una mañana Acosta fue hasta el trabajo de su hermana en Tribunales, para decirle que tuviera cuidado con lo que iba a declarar en Mendoza.
Por Graciela se pudo saber del paradero de muchos detenidos en la ESMA: José Cacabelos, Irene Bergman, Mónica Epstein.
El testimonio fue interrumpido –luego retomado y finalizado- por la defensa de los represores. “Hay 17 personas que están siendo trasladadas de Ezeiza a Marcos Paz. Me acaba de llamar la mujer de Pernías, que es enfermo cardíaco, y Marcos Paz no está en condiciones de atender a un paciente con estas características”. Minutos antes García había declarado que cuando llegó a la ESMA Pernías la había recibido a trompadas.