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9-5-2013|13:00|Lesa Humanidad Nacionales
Juicio de Campo de Mayo

“Entendí que estaba en el infierno”

Lidia Biscarte, sobreviviente de varios centros clandestinos de detención, describió su periplo por el circuito Zárate-Campana. También declaró su hijo.

  • Página 12
Por: Natalia Biazzini

"Después de un año sin verla, la reconocí porque era mi mamá. Estaba sin dientes y parecía una viejita", dijo Gabriel Campagnoli. Era un niño de nueve años cuando un grupo de tareas secuestró a su mamá en marzo de 1976. Lidia China Biscarte tenía 25 años cuando la torturaron en el circuito que funcionó en la zona bonaerense de Zarate-Campana durante la última dictadura militar. Madre e hijo declararon ayer en la octava causa de Campo de Mayo donde se juzga a cuatro exmilitares entre los que está el general retirado Santiago Omar Riveros.

Ante el Tribunal Federal de San Martín, Gabriel contó que la madrugada del 27 de marzo de 1976 él vivía en una villa de Zárate junto a su mamá y a sus tres hermanitos. “Como era un rancho precario, rompieron de una patada la puerta de madera”, dijo al empezar su declaración. Después contó que hombres vestidos de civil entraron con linternas y agarraron de los pelos a su madre, la China. La tiraron al piso y le pegaron ahí mismo, delante de sus hijos. A Gabriel lo dejaron atado a una silla con una sábana en la cabeza.

Los militares tardarían en darse cuenta que se habían confundido de China: buscaban a la China Viscart. Pero entonces el apellido de Lidia todavía era Castagno. Su padre, de apellido Biscarte, recién la reconoció y le dio el apellido en 1977, cuando la visitó en la cárcel de Devoto. De allí fue liberada el 6 de enero de 1979. Pero antes pasó por varios centros clandestinos de detención.

En 1976 Biscarte era delegada sindical de Techint. De su casa la llevaron en un Torino a la comisaría de Zárate. "En un sillón de cuero me retorcieron los pechos. Me llevaron a una habitación, me sacaron el camisón, me tiraron agua y me torturaron”. De la comisaría la trasladaron a Prefectura de Zarate, donde perdió la mitad de la dentadura por las sesiones de picana eléctrica. Vendada y atada de manos, seguía con el camisón que llevaba la noche del secuestro.

De Prefectura a la China Biscarte la trasladaron al Arsenal de Artillería de Marina. “Empezaron a pasar de uno, con las compañeras fuimos violadas varias veces. Entendí que estábamos en el infierno. Tengo las huellas todavía – dijo y mostró las cicatrices en sus brazos y sus piernas-. Me arrancaron todo. Después nos bañaron con agua de mangueras que, de la presión, nos levantaban en el aire".

"Nos dieron vuelta y nos aplicaron picana. Nos tiraron agua y nos volvieron a violar. Nos ataron las manos y los pies. Los compañeros que estaban trataban de ayudarnos pero les pegaban. Nosotras no podíamos hablar de las condiciones en que estábamos. Nos ponían reflectores, estábamos desnudas y llovía mucho", recordó la China.

Conmovidos, los hijos de la China escuchaban los abusos sexuales a los que había sido sometida su madre. Ella nunca se los había podido contar. Le costó hablar en la audiencia. Ella, que se define como una mujer fuerte y visceral, ayer se quebró.

"Nos suben al barco Murature en Zárate, éramos muchos. No sé los nombres de todos". La China volvió a hacer silencio. Retrocedía 37 años en su memoria para no olvidarse de nadie. El presidente del tribunal, el juez Alfredo Ruiz Paz, que horas antes había exigido el cacheo exhaustivo del público antes de entrar a la sala -incluso ordenó palpar a estudiantes de una escuela, menores de edad- ahora le sugería a la China una pausa para que se repusiera. Pero Biscarte continuó: "Éramos denigrados como seres humanos. No sé dónde estarán esos compañeros, nunca más los vi. Quiero decirles que nunca los olvidé. Quiero retraerme de este dolor que nos hicieron estos salvajes. Dejando hijos tirados. No van a tener perdón".

En ese momento, la única familiar de los imputados que estaba presente, la mujer del ex jefe de la Prefectura Naval de Zárate Servando Ortega, decidió que había escuchado bastante y se retiró de la sala.

Del Arsenal, a la China la pasaron a un camión celular, donde la volvieron a torturar. "El error mío fue mirar, porque vi cuando el Topo Díaz volvió con la picana, el cuerpo por instinto se corrió". El torturador lo tomó como una rebeldía y la picana fue atroz. Biscarte lo reconoció porque en su barrio se hacía pasar por un linyera, pero era de los servicios de Inteligencia de Prefectura.

El Comando Delta “Área 400” fue el aparato militar encargado de la inteligencia y la represión en la región donde están detectados once centros clandestinos. En un mes a la China la pasaron por casi todos. Entre Zárate y Campana se contabilizaron unos 200 desaparecidos. Después la trasladaron por río, llegó a Tigre y el recorrido siguió por ruta. Llegó a un lugar que nunca pudo identificar. “Había nenes llorando y nos decían que eran nuestros hijos. Por eso los insulté mucho. Como respuesta me dieron una paliza terrible”. A la China la creyeron muerta. “Me tiraron a una pileta llena de cadáveres. Si digo que eran cien, por ahí me quedo corta. Eran compañeros desnudos, jóvenes y grandes. No se puede medir la barbarie”.

De allí la llevaron a la comisaría de Moreno y después al centro clandestino el Pozo de Banfield. Ahí la China contó que de tanta sed bebió pis de un compañero después de haber sido torturado. Y otro compañero murió a su lado, con la cabeza apoyada en su pierna.
“Un guardia nos dijo que vayamos ´al camión los de Riveros´. Éramos la gente de Riveros. Fuimos hasta Campo de Mayo. Ahí nos visitaron monjas para regalarnos rosarios. Nosotros no necesitábamos rezar, queríamos estar libres”. La China volvió a quebrarse cuando relató que escuchó a una mujer que rogaba por su hijo recién nacido. Ella le preguntaba el nombre y la mujer no se lo decía.

A principios de mayo de 1976 la blanquearon en el penal de Olmos, donde el exgeneral Guillermo Suárez Mazon le dijo que el responsable de todo lo que le había pasado era Riveros. “Tenía el cuerpo violeta, infección por todos lados. Orinaba con sangre”. La China había adelgazado 30 kilos, pero había sobrevivido. Y ayer lo pudo contar para que se haga Justicia.  
Foto: Centros Clandestinos de Detención en Zárate-Campana.

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