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A través de distintos programas o por iniciativa de los docentes, alumnos de colegios secundarios presencian juicios de lesa humanidad. “Es una experiencia enriquecedora para que puedan construir el pasado reciente desde su perspectiva”. El relato de los chicos.
Cuando el abogado defensor Guillermo Fanego advirtió que un grupo de chicos escuchaban –desde la sala del público- los testimonios contra los responsables de miles de desaparecidos en la ESMA, se quejó ante los jueces del TOF 5 de Comodoro Py. Después de un cuarto intermedio, el Tribunal lo puso al tanto de la resolución de la Cámara de Casación Penal, que habilitaba el ingreso de los menores a la sala de audiencias.
Después de concurrir al debate oral a través del programa “La Escuela va a los Juicios”, del Espacio Memoria, Morena Cardoso, alumna de 5to. año del Colegio Saint Exupery, escribió lo que sintió durante la audiencia: “Durante el juicio no pude dejar de mirar al único imputado presente, Ricardo Miguel Cavallo. Mi cabeza no termina de comprender como alguien puede llegar a torturar, censurar, asesinar y desaparecer gente de la manera en que se hizo. No pude dejar de mirarlo y sentir terror, angustia y asco”.
La fiscal del juicio ESMA, Mercedes Soiza Reilly, dijo a Infojus Noticias que “son los jóvenes de esta generación los que piden conocer el pasado reciente que azotó a nuestro país”. La fiscal destacó que los estudiantes piden ser escuchados y escuchar para asistir a un acontecimiento único y reflexionar sobre ello. “Porque la memoria se construye con el relato, y ellos, en el futuro serán sus voceros", agregó.
Julieta Gurvit, es la adolescente que acompaño a los adolescentes al juicio. Antes investigó y les contó cómo era el proceso judicial que juzga 65 represores por los delitos de lesa humanidad ocurridos en la ESMA durante la última dictadura militar. El objetivo era tomar dimensión de lo que estudian en el aula, “que tengan una mirada menos opaca y esquemática de la que leyeron en los libros de historia”, señaló. Después de la visita a los tribunales, Gurvit escribió: “Lloré, y vi a mis alumnos llorar. Es bueno que eso ocurra, porque en las aulas enseñamos ciencias como si se tratara de un racionalismo sin sentimientos ni pasiones, pero no es bueno vincularnos al mundo sin criterios éticos, y esos criterios deberían estar repletos de sentimientos de humanidad. Me alegra que nos hayamos emocionado porque es un rasgo de humanidad, es lo que debía ocurrir”.
Gurvit contó que llevó a los alumnos para que comprendan cómo actúa la Justicia: “Vimos, que cuando la Justicia actúa, no hay delante un puñado de “ratas” que debe ser aniquilada, sino que hay víctimas e imputados, que todos tienen derecho a la palabra, a un abogado, a expresarse con libertad, a presentar pruebas, a presenciar y escuchar todo el proceso, a apelar. “Nos emocionamos porque se está se está haciendo Justicia. Lo vimos con nuestros propios ojos, y son hechos que no olvidaremos jamás. La experiencia fue enriquecedora para los jóvenes, para que puedan construir el pasado reciente desde su perspectiva”, concluyó.
Rocío Gonzalvez, también del Saint Exupery, relató: “Al entrar a Tribunales, tuve una sensación extraña. Me emocioné. Pensar en las víctimas, esos cuerpos despersonificados que tienen familia, amigos, una historia detrás. ¿Cómo pudo pasar que estas personas hayan torturado, asesinado, desaparecido y secuestrado gente? ¿Cómo hacían cuando se iban a dormir? Luego de mi experiencia en los juicios no me queda más que decir que la democracia y libertad son lo más lindo que hay y que cada ciudadano debe luchar por los derechos humanos, que no son otra cosa que sus derechos, porque logrando una integración seremos una sociedad más fuerte”.
La experiencia en la Provincia
La Comisión Provincial de la Memoria también organiza visitas a los juicios de lesa humanidad con estudiantes secundarios. A través del Programa Jóvenes y Memoria, unos 120 adolescentes presenciaron el testimonio de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Pilar, de la EES N°1, contó lo que sintió: “Creo que nos afectó más porque en la Noche de los Lápices desaparecieron pibes de nuestra edad”. Blanca, otra alumna, agregó: “No puedo entender cómo los acusados estaban tan tranquilos. Me pareció completamente cínico”. Y una compañera, Oriana, le respondió: “Si torturaban, mataban, robaban bebés sin preocuparse menos lo van a sentir ahora”.
En la zona norte del Conurbano bonaerense también existe el programa “Construcción de ciudadanía y Pedagogía preventiva del genocidio en el marco de los juicios por delitos de lesa humanidad”. Es organizado desde hace tres años por la Secretaría de Derechos Humanos del Sindicato único de Trabajadores de la Educación de provincia de Buenos Aires (SUTEBA) y por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Este año se presentó el libro “Yo fui a los juicios con mi profe”. La publicación recoge impresiones de docentes, estudiantes, fiscales y jueces del juicio que presenciaron audiencias en el séptimo juicio de Campo de Mayo, en el que se trataron casos de militantes embarazadas desaparecidas. Ahora, alumnos de diversas escuelas están participando del juicio de Mansión Seré por los delitos cometidos en el circuito represivo de la zona oeste.
Una de las estudiantes de la Secundaria N°14 de Ciudadela, Antonella Ramos, contó en el libro: “Me pareció injusto que los militares no quisieran declarar. Me llamó mucho la atención una mujer que estaba allí, con los abogados. Era aquella niña de 5 años a la que los militares le habían secuestrado y matado a sus padres”.
En otro juicio de Campo de Mayo, el joven Manuel Vera fue a la audiencia en la que el ex coronel Carlos Macedra estaba acusado de asesinar con un tiro por la espalda a la estudiante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Kitty Villagra, en mayo de 1976. Kitty tenía la misma edad que Manuel cuando vio los ojos de su asesino. “Estábamos en el juicio por conocer la sentencia, cuando al señor Macedra, interrumpió al juez. El juez lo frenó y le dijo: “Deténgase, ya no estamos en sus tiempos, ahora usted tiene que esperar a que yo termine de hablar”. Y Manuel sonrió. Minutos después, los jueces condenaron a Macedra a prisión perpetua.
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