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3-5-2013|17:41|Libro Ana MarianiEntrevistas

“Los sobrevivientes son la grieta abierta que dejaron los militares”

Su libro reúne historias y testimonios de quienes estuvieron en uno de los campos clandestinos de detención más grandes del país, que está siendo juzgado en Córdoba. Hoy será la presentación en la Feria del Libro.

  • Nuevo libro de Ana Mariani Bibiana Fulcheri
Por: Lucía Cámpora

Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo presentan hoy su libro sobre uno de los centros clandestinos de detención más grandes del país, después de la ESMA y Campo de Mayo. La Perla: Historias y testimonios de un campo de concentración, es el producto de seis años de investigación y reúne testimonios de sobrevivientes que estuvieron hasta dos o tres años secuestrados. Se calcula que por La Perla, en la provincia de Córdoba, pasaron alrededor de 3.000 personas. Hoy se lleva adelante una megacausa por los crímenes cometidos en este centro, que abarcaba hasta diez provincias y funcionaba bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez. La presentación del libro será hoy a las 19:30hs, en la Sala Roberto Arlt de la Feria Internacional del Libro, en una mesa sobre periodismo de investigación. Infojus habló con la coautora, Ana Mariani.

-¿Por qué un libro sobre La Perla?

-Elegimos este centro porque había un vacío absoluto en Córdoba y en el país sobre el tercer campo de concentración en cantidad de víctimas. Nos costó muchísimo llegar a los sobrevivientes, que no fueron tantos.  El tratamiento del tema es muy doloroso.

-¿Por qué cree que no se escribió tanto antes sobre este centro?

-Había dos trabajos: uno muy pequeño, pero importante, porque salió al poco tiempo de la llegada de la democracia; y otro de dos ex secuestrados, también breve. No llegaban a hablar del infierno que fue La Perla. Con Alejo creemos que hasta poco tiempo los sobrevivientes fueron estigmatizados. El “algo habrán hecho” se convirtió en “por algo habrán sobrevivido” y ellos viven todavía hoy con esta mancha. Además de que existían leyes de impunidad y la gente no se animaba a hablar.

-¿Qué particularidades tenía La Perla respecto de otros CCD?

-A diferencia de la ESMA, donde tiraban los cadáveres al mar, en La Perla y sus alrededores están enterrados casi todos los que “iban al pozo”, como llamaban los militares a la muerte. Está trabajando el equipo forense, pero es un predio enorme y encontraron pocos restos. Respecto de lo que se hacía con un ser humano, funcionó igual que otros centros.

-¿Hubo alguna historia en particular que los haya impactado más como autores?

-No podría elegir alguna, todas tienen algo, todas te dejan sin habla. Pero hay un testimonio, de una de las sobrevivientes, Liliana, que cuenta cómo la obligan a ver las torturas a otra persona. Fue una Navidad, en la noche del 24. Guillermo Ernesto Barreiro, uno de los imputados, la llama a Liliana para que vea cómo torturan a una mujer, ella no sabía quién era. Esa mujer sólo decía “con mis hijos no”, no quería dar nombres ni que tocaran a su familia. Murió esa noche navideña en la sala de la tortura. Quedó ahí porque los militares se tenían que ir a brindar a sus casas y estaban apurados. La mujer era Herminia, una obrera del calzado.

-¿Cómo se vinculan los testimonios del libro con el juicio que se lleva a cabo en Córdoba?

-Todos los testimonios son de testigos que están en la megacausa, si bien hay muchos más. Yo creo que los sobrevivientes son la grieta que dejaron los militares, una grieta abierta porque son hoy los que se están encargando de llevarlos a la justicia y a donde pertenecen.

-¿Cómo se hace para trabajar con historias tan duras?

-Uno cree que se va fortaleciendo frente a ellas, pero la verdad es que no es así. Hace falta un compromiso muy grande y mucho respeto hacia las víctimas, hacia las que se fueron y las que no, y a sus familiares. Cada palabra debe ser dicha con mucho cuidado. Nosotros sólo hicimos de intermediarios; el libro son testimonios en su totalidad porque creemos que ellos son los únicos que nos pueden contar el infierno que fue ese lugar. Decidimos estar afuera del relato.

-¿El trabajo de a dos ayudó a moldear otra mirada sobre La Perla?

-Cuando empezamos, Alejo tenía 24 años. Él no había vivido el Golpe. Y yo soy más bien de la generación de los sobrevivientes. Él ponía el ojo en un lugar que yo a lo mejor no, era mucho más inocente en cuanto a muchas cosas, y eso estaba bien, no tenía ciertos prejuicios con cosas que por ahí yo sí. Tenía cierta objetividad, a pesar de la pasión por la temática y por saber. Entonces el libro está hecho con dos miradas distintas. Hubo discusiones, y creo que eso enriquece mucho.