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Así lo dijo Daniel Galle, padre de Micaela, la niña de 11 años que fue asesinada en el cuádruple crimen de La Plata. Con el juicio en su etapa final, apuntó a seguir investigando el entorno de Susana de Bartolle, la abuela de Micaela. "Estamos cerca de dar con un tercer implicado", dijo, en exclusiva para Infojus Noticias.
Daniel Galle no piensa en otra cosa que en Micaela. A más de 30 meses del cuádruple crimen de La Plata, en el que perdió a su hija de 11 años, sigue desvelándose como si fuera la mañana del 27 de noviembre de 2011. Ese día recibió el llamado de un vecino, fue hasta el departamento del barrio La Loma y, cuando vio las cintas del perímetro policial, entró en shock. Debió ser asistido por personal médico. En cuestión de minutos, empezó a vivir lo que no tiene explicación: el dolor por el asesinato brutal de una hija. Hasta hoy, sigue siendo un hombre que duerme de a ratos. Se levanta a la madrugada, da vueltas en la cama y se ceba mates en la soledad de su departamento. Está convencido que detrás del múltiple crimen de su hija, de su madre Bárbara Santos -29 años, ex pareja de Galle-, de su abuela Susana de Barttole -63- y una amiga de éstas, Marisol Pereyra- 38-, hay algo raro. En un bar de La Plata, en una charla exclusiva con Infojus Noticias, volvió a ratificar lo que dijo en su declaración ante el Tribunal y agregó otra pista:
-Hay una mafia detrás del caso. Estamos tras una tercera persona.
-¿Cómo es eso?
-La instrucción nunca investigó a fondo el entorno de Susana. Y en el juicio se está demostrando que tenía deudas, que había dinero por cobrar, que existían préstamos. Hay algo que no encaja.
-Cuando decís “creemos”, ¿de quiénes se trata?
-No puedo decirte mucho, pero somos varios los que estamos investigando por fuera del juicio. Ya ofreceremos las pistas a la justicia en el momento oportuno. Pero hay más implicados, más allá de los dos imputados. Lo único que puedo decirte es que estamos cerca de dar con una persona del entorno de Susana.
Osvaldo “Karateca” Martínez –ex pareja de Bárbara Santos- y Javier “La Hiena” Quiroga –un albañil que realizó trabajos en el departamento- son los dos únicos imputados que están siendo juzgados por el múltiple homicidio. Él o los asesinos las habrían matado el 26 de noviembre de 2011 en el departamento de la calle 28 e 41 y 42 con un palo de amasar y con el uso de varios cuchillos de cocina, según se desprende de la pesquisa. El fiscal Álvaro Garganta está convencido que, entre Martínez y Quiroga existió un acuerdo para matarlas. La gran pregunta es por qué y cómo lo hicieron. El juicio aún no la contestó.
En la sala de audiencias por el cuádruple crimen, donde no se pierde ninguna jornada, Galle no es de los familiares que permanece callado. Más de una vez, el presidente del Tribunal, Ernesto Domenech, tuvo que llamarle la atención. Esta semana, se pasó del límite: llamó “payaso” al abogado defensor de Osvaldo Martínez, Julio Beley, cuando este último se disponía a realizar una pregunta.
-Señor Galle, le pido por favor respeto. Usted no puede hablar a menos que se lo permita. Le pido por favor que se mantenga en un ámbito de silencio y respeto- le dijo el juez.
El padre de Micaela sabe que pesan sobre él diversas acusaciones. Que fue tildado, por un testigo, como alguien “intimidante” y que hubo personas que dijeron haber sido amenazadas por él. Que, al encabezar las marchas por la ciudad pidiendo justicia, fue increpado por su excesivo temperamento ante los funcionarios judiciales. Hasta hubo quien lo vinculó con los crímenes. A él, sin embargo, tales sospechas no lo inquietan.
-Son todas mentiras, no me hago cargo. El que más investigó en la causa fui yo. Acerqué testigos que tenían miedo y hasta busqué a la persona que dio la pista para encontrar a Javier Quiroga. Siempre estuve a disposición de la fiscalía. ¿Qué quieren, que me quede quieto? ¿Que me deprima en la cama mirando el techo? Si los familiares no nos movemos, no se mueve nada. Esa es la verdad.
-¿Cómo fue el proceso de asimilar la pérdida de tu hija y, al mismo tiempo, luchar por esclarecer qué pasó?
-Sigue siendo duro, para mí y para toda mi familia. Pero la vida continúa, tengo otra hija, tengo un trabajo, mis padres y mi hermana, que fueron el sostén de todo. El duelo se hace mucho tiempo después. Al principio, es un golpe tremendo. No se puede bajar, no se puede pensar nada. El momento más duro es cuando se lo contamos a mi sobrina. Fue en el living de la casa de mis viejos, de repente entró ella y se lo tuvimos que decir. Era muy compinche con Mica y todavía sigue preguntando qué pasó. El duelo lo estoy haciendo ahora, con las cosas que escucho todas las semanas en el juicio. Hay una cosa que todavía no me la puedo perdonar.
Dice que casi toda su familia está con tratamiento terapéutico y que, aun así, no se siente en condiciones de superar una culpa que comparte con su hermana. Horas antes del cuádruple crimen, Micaela mandó dos mensajes de texto: uno a él, y el otro, a su tía. Ambos decían lo mismo: “Me estoy quedando sin batería. No me llamen”. Cuando lo leyó, Daniel Galle se preparaba para viajar a Buenos Aires al recital de Manu Chao. Ahora, a la distancia, reconoce que le llamó la atención pero que no lo contestó ni se le ocurrió llamarla porque estaba distraído.
-Ese mensaje es obvio que se lo escribió otra persona. No eran palabras de ella. Todavía me reprocho no haber estado más atento. Mica se estaba recuperando de una operación y tendría que haberle contestado.
Antes de morir, Micaela habría escuchado cómo mataban a su abuela, la primera víctima de la masacre según lo que reconstruyeron las pericias. Desde su cuarto, intentó llamar a la policía con su celular pero se equivocó de número: marcó 9111 en lugar de 911. Minutos después, habría sido asesinada a puñaladas. Su papá todavía tiene dudas sobre quién la mató.
-Hace unas semanas, dijiste que en el juicio “estaban las dos personas que tienen que ver con los asesinatos”. Ahora agregaste la pista de un posible tercer implicado. ¿Seguís pensando de la misma manera sobre Martínez y Quiroga?
-De Quiroga está su ADN, y sobre Martínez está el testimonio del remisero Marcelo Tagliaferro. Sé que hay sospechas sobre su testimonio, pero estuve en el momento que declaró ante el fiscal y puedo dar fe que el tipo no mintió. Lo vi seguro y me sonó convincente. No tengo nada en contra de Martínez, como dijeron los medios, pero debe someterse a las pruebas que hay en su contra.
-Pero los medios potenciaron la hipótesis del fiscal que puso a Martínez como único sospechoso antes de la aparición del ADN de Quiroga. Y la teoría de los celos enfermizos está sufriendo un duro revés en el juicio.
-Sí, está bien, al principio todos creímos en Martínez como único sospechoso hasta que apareció lo de Quiroga. Pero repito que fui yo el que le pasó información a la fiscalía para ir tras los pasos de Quiroga, cuando una mujer de identidad reservada me llamó diciéndome que tenía un dato para aportar en el caso. Acerqué a esa mujer para que declare ante Garganta, ofrecí darle el respaldo suficiente.
-¿Cuál era tu relación con Martínez antes de los hechos?
-Normal, casi ni hablábamos. Era un flaco callado, tímido. Bárbara nunca me dijo que estaba mal con él, pero con ella no hablaba de esas cosas. Con Micaela nunca hubo un problema. Sólo lo noté raro cuando fue a visitarla al hospital, después que la operaran. Ahí me dio vuelta la cara, estaba esquivo con mi familia. Pero después, no pasó más nada.
-¿Con qué otros familiares que fueron víctimas tuviste contacto?
-Con el padre de Wanda Taddei, con otras madres del dolor de Córdoba, que me confirmaron que están viniendo en micro para la parte final del juicio. Pero la que más me acompañó fue Rosa Bru. Ella fue un pilar para todos nosotros. Rosa puso a disposición los abogados de su Asociación desde el primer momento y nos tranquiliza en los momentos más dolorosos. La semana pasada, mi hermana tuvo una recaída y le dije que la llamara. A los cinco minutos, estaba aliviada. Rosa tiene experiencia en recorrer los pasillos de la justicia, nos dio consejos sabios en los momentos que uno pierde la cabeza y no sabe dónde ir. A mí me cambió la vida la muerte de mi hija y tardé en entender que si no encabezaba las movilizaciones, que si no me relacionaba con otros familiares que pasaron por lo mismo, la depresión me iba a paralizar, a quedarme encerrado en mi casa. Y ahora confío en este Tribunal, que no me quedan dudas que dará una sentencia ejemplar.
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